Otro aspecto a destacar es la cantidad de rumores sobre el cambio de destino del Batallón de Trabajadores o de su liberación. Y es que hay que ponerse en la cabeza de todos aquellos hombres, que no habían ido allí con un tiempo de condena fijado, sino que desconocían totalmente la duración de su estancia en el batallón de trabajadores. A este respecto, ya se sabe que la incertidumbre es mala compañera de viaje…
Inicialmente, Josep fue trasladado al valle de Roncal en julio de 1939. A finales de agosto ya refiere que cree que no pasará el invierno aquí y que volverán a Figueres, pero indica a la familia que, por si acaso, tengan preparada la ropa de abrigo por si se la tuvieran que enviar. Todavía no se imaginaba que iba a conocer el crudo invierno roncalés.
Por otra parte, sus padres andaban haciendo gestiones a ver si podían conseguir informes favorables para que Josep fuera liberado, y uno de ellos provendría del dueño de unos talleres de Montjuic donde el perfil profesional de Josep les interesaba. Ya a finales de septiembre comentan los padres que esa posibilidad está yendo para adelante, pero Josep enfría los ánimos y pide que no echen las campanas al vuelo, que estas cosas llevan su curso y habrá que ir viendo.
Poco después, a principios de octubre, en la primera carta desde Vidángoz, refiere que lo de dejar el valle de Roncal parece que de momento no será así, aunque ha cambiado de pueblo.
El otoño avanza y esto parece que también enfría las expectativas del preso quien, en una breve hospitalización en Pamplona debido a unas anginas, comenta a su novia que no se haga ilusiones con su pronta libertad porque, por lo visto en el suyo y en otros batallones, no sale mucha gente para casa y no parece que su caso vaya a ser distinto. Sin embargo, sospecha que les trasladarán a la parte de Valencia, aunque cree que las navidades todavía las pasará en Navarra.
El invierno parece que detiene toda posibilidad de cambio y, probablemente, esto habría tenido influencia en algún pequeño bajón anímico que se adivina en algunas de las cartas de febrero.
A finales de marzo, con la llegada de la primavera, reverdece la esperanza con un nuevo hecho que aviva los rumores: están tallando y revisando facultativamente a los quintos del 36 al 41 y parece inminente que se incorporen a la caja del recluta. Se rumorea que incluso puede que sea para el 1 de abril, está optimista al respecto y opina que, probablemente, a los más veteranos y que tuvieran menos antecedentes (como le parece que sería su caso), los mandarían para casa.
Dos semanas después, al ver que el tema no se mueve, vuelve a escribir a su novia templando los ánimos, indicando que lo indicado dos semanas antes solo eran rumores, que entre tanto ella disfrute de la vida, salga y se divierta…
Aunque desde casa su hermano Pere, que también había estado preso y sabe lo que se siente, trata de darle ánimos de cara al poco tiempo de presidio que le queda, Josep vuelve a contestar que lo de su pronta libertad se sustenta solo en rumores que surgen en la compañía por las ganas que tienen todos de volver a sus casas.
Aún tendrá que pasar casi otro mes y medio para que, a finales de mayo, vuelva a hacer referencia a su liberación, en esta ocasión de manera casi inminente, y es por ello que no se explaya mucho en la carta y pide que, de momento, no contesten más cartas ni envíen nada más.
La estancia en Vidángoz aún parece alargarse algo más y, dos semanas después, el 7 de junio, vista la demora y para mantener informada a la familia y a María, vuelve a escribir porque ya son cinco cartas las que tiene sin contestar. Señala que ese mismo día han decretado 21 libertades y él espera que la suya sea decretada cualquier día de estos.
La puesta en libertad de Josep se decretó tres días después, el 10 de junio de 1940 y llegó a casa tres días más tarde, como se deduce de la documentación relativa a su liberación que también se adjuntó a la correspondencia. De esos documentos podemos deducir, también, que cuando a finales de marzo había rumores sobre su pronta liberación, algo había de cierto, puesto que el alférez capellán del regimiento indicaba el 2 de abril de 1940 que tenía los avales completos y remitía su informe a la Superioridad para que emitiera la resolución que procediera. Por alguna razón, el tema se demoró y no fue hasta el 30 de mayo que el teniente comandante del batallón de trabajadores 127 certificó la “excelente conducta y mucho amor al trabajo” de Josep y, apenas 10 días después, se decretó su puesta en libertad.
Trayendo a colación esta última afirmación del teniente comandante, en el caso de Josep se cumplió el famoso lema que daba la bienvenida a los campos de concentración nazis que se estaban empezando a abrir en este mismo momento (Auschwitz, por ejemplo, se inauguró en abril de 1940): “El trabajo os hará libres”.