Archive for the ‘Casas y lugares’ Category

Marcados por la tragedia

Se da la circunstancia en casa Aristu de que varios de sus miembros fallecieron de manera trágica o poco habitual en varias generaciones seguidas.

El primero en padecer una fatalidad fue Pedro Antonio Villanueva Mainz, quien, en diciembre de 1822 volvía de Francia cruzando la muga por Astobizkar cuando le sorprendió un temporal de nieve que acabó con su vida, tal y como relatábamos en el Bidankozarte nº 43, cuando solo contaba 38 años.

El siguiente en fallecer de manera atípica fue Ygnacio Antonio Glaría Aldave, yerno del anterior, y que, como tantos bidankoztarras, fue víctima de la epidemia de cólera que dejó en nuestro pueblo un desolador registro de más de 60 fallecidos en poco más de 15 días de septiembre de 1855 y de la que ya hice un monográfico en su día (1855: La cólera de Dios en Vidángoz).

La última en esta serie de desdichas es una hija de Ygnacio Antonio, Manuela Glaría Villanueva, quien a sus 76 años  se encontraba escardando una finca en Zeleia cuando se vio sorprendida por una brutal tormenta que formó un torrente de agua que la arrastró casi hasta Burgui, falleciendo, lógicamente, ahogada. Ocurrió en junio de 1915 y os lo contaba en el Bidankozarte nº 15.

Tres tristes finales en una sola casa.

Casa Aristu

Toca nuevamente una casa del barrio de Iriartea, situada concretamente en la actual calle de la Fuente, calle que durante algún tiempo también se denominó Txuskarrika o Txoskarrika.

En esta ocasión nos ocuparemos de casa Aristu, que comparte con sus casas vecinas, tanto en la misma manzana (casas Lixalte, Pelairea, Lengorna) como en el otro lado de la calle de la Fuente (Antxon, Molena), una característica peculiar que apenas se ve en las demás calles de Vidángoz: marcos de puertas y ventanas hechos de ladrillo en lugar de con piedra. Mucha casualidad sería que todas se hubieran reformado a la vez sin un motivo aparente, y esto me lleva a pensar que todas estas casas se vieron afectadas por alguna desgracia, tal vez un incendio, en una misma ocasión o al menos en una misma época, y para la reconstrucción se emplearon materiales de la tejería de Vidángoz que ya existiría en aquella época (¿siglo XIX?) y cuyo coste sería seguramente inferior al de la piedra trabajada.

Bueno, hecha esta reflexión, nos sumergiremos de lleno en la historia de casa Aristu (o casa Aistu, según quién lo pronuncie). Habitada en la actualidad por la familia Hualde Larumbe, llega a esta generación por la rama materna de Potele, que engloba a los hermanos Mainz Pérez, una generación con pastores, maestras y una religiosa, entre otros.De los padres de éstos, Pedro Mainz Salvoch [Aristu] y Felixa Pérez Jimeno [Landarna / Aristu], él era natural de la casa.

En la anterior generación, tras la muerte de la primogénita con apenas un año de edad, vinieron siete chicos, de los cuales parece que cuatro emigraron a Argentina (Epifanio, Eleuterio, Eusebio y Urbano) y los otros tres se casaron en Vidángoz (Pedro en casa Aristu, Juan a casa Jimeno y Ambrosio a casa Arriola). Todos ellos eran hijos de Antonio María Mainz Glaría [Aristu] y Petra Ramona Salvoch Urzainqui [Zinpintarna / Aristu], siendo el padre el que era nacido en la casa.

En la siguiente escalón de la historia familiar es donde empiezan las curvas. Los cabezas de familia son dos hermanas Glaría Villanueva y Pantaleón Mainz Pérez (de Burgui, aunque hijo del bidankoztar Pedro Antonio Mainz Hualde, de casa Anarna). Pantaleón subió a Vidángoz y se casó con Mª Lucía Fernanda (Fernanda para los amigos), con quien tuvo tres hijos: Antonio María, primogénito y heredero; Francisca Rufina, que vivió 37 años y murió soltera; y Manuel Valero, que apenas vivió un año. Fernanda falleció poco después que su tercer hijo con solo 30 años. Como solía ocurrir en esos casos, al quedar el viudo con dos hijos pequeños, se volvió a casar con una hermana de su difunta esposa, en este caso con Manuela Mamerta, Manuela para el común de los mortales, con quien tuvo otros tres hijos: Crisanto, que se casaría a casa Landa, un segundo hijo que nació muerto y Domingo, que se casó a casa Mux.

De la generación anterior no hay mucho más que añadir, pues aunque Ygnacio Antonio Glaría Aldave [Maisterra] y Celedonia Francisca Villanueva Salboch [Aristu] tuvieron cuatro hijos, solo las dos que mencionábamos en el párrafo anterior, Fernanda y Manuela, llegaron a adultas.

De los padres de Celedonia poco más podemos decir: Pedro Antonio Villanueva Mainz [Aristu] y María Eulalia Salboch Glaría [Salbotx / Aristu] casados en 1802 y de cuya descendencia solo quedó en Vidángoz la mencionada Celedonia. Los padres de Pedro Antonio eran Thomás Antonio Villanueva Labiano [Aristu] y María Joaquina Mainz Urzainqui [¿Anarna? / Aristu].

Y un paso más atrás en este linaje, y último que trataremos, llegamos al por qué esta casa se llama Aristu. La madre de Thomás Antonio, Eulalia Antonia Labiano Urzainqui [Aristu], era la natural de la casa, y su padre, Juan Joseph Villanueva Hualde, era natural del pueblo de Aristu (Urraúl Alto). Diría yo que es la única casa que ha tomado el nombre del pueblo del que venía uno de sus propietarios, aunque yo me inclino más por pensar que a Juan Joseph en Vidángoz se le denominaba Aristu o Aistu, como mote, en referencia a su lugar de origen y se le quedó a la casa.

Pues hasta aquí hemos llegado con casa Aristu, y seguro que, como en otras ocasiones, habréis descubierto de dónde salen algunos parentescos.

Usos agrícolas y flora en la toponimia

Escribiendo el boletín anterior me volvió a venir a la cabeza lo que la toponimia nos cuenta acerca de la flora de un entorno, realidad que en algunos casos se mantiene en la actualidad y que en otras ocasiones solo es un reflejo del pasado de un determinado paraje. Algunos recordaréis que hablé sobre este tema en la charla que compartí con Pablo Orduna hace más de cinco años, a una con la presentación de la Guía etnobotánica del Valle de Roncal (Lamiñarra, 2017), pero me ha parecido interesante recuperarlo para esta sección.

El caso es que cuando hablaba en el Bidankozarte nº 45 sobre el lugar donde se asentaría el otro Vidángoz o Vidangoiz, vi otra vez el paraje que se denominaba Tipulerria, que vendría a traducirse como ‘el cebollar’, un caso curioso entre estos topónimos, pues hace referencia a una planta que se cultiva.

Relacionados con la agricultura, con el tipo de tierras destinadas a ella, hay unos cuantos topónimos en Vidángoz, algunos de los cuales ya hemos tratado y otros todavía esperan su turno, pero en este grupo podríamos mencionar Baraku (probablemente relacionado con baratze, huerta de secano en Vidángoz), Kartxiria (en referencia a la zona con huertas de regadío), Landeta (que hace referencia al mismo lugar denominado con el nombre Kartxiria, pero cuyo significado viene de landa, que en nuestro entorno designa a zonas de cultivo a la orilla del río y cercanos al pueblo), Atablanda (que hace referencia a otras landas, en este caso las de la Atabea, así, Atabe + landa = Atablanda), Berreinze (de berro + einze, berro entendido como ‘tierra que se vuelve a labrar’ y einze que es la palabra roncalesa para designar un ‘prado’ o ‘pastizal’), Ezkeberroa (compuesto por Ezke o Ezker + berroa, teniendo la segunda parte el mismo significado que en Berreinze, pero no estando claro el significado de la primera, similar a la que encontramos en otros topónimos como Ezkaze en Vidángoz, Ezka en el resto del valle o Ezkaurre en Isaba, o que, a juzgar por como aparece escrito en los documentos más antiguos, Ezkerberroa, tal vez indica que era ‘el terreno del zurdo vuelto a roturar’), Zeleia (literalmente ‘el campo’, como si no hubiera otro), Ibarrandia (donde debemos entender ibar como ‘vega’ más que como ‘valle’ y andia como ‘grande’, dando un ‘la vega grande’ que haría referencia a esa parte cercana al río y cuya productividad es alta)…

Como veis, hay unos cuantos ejemplos de topónimos que reflejan el uso agrícola de determinados lugares, pero no son éstos los únicos nombres que hacen referencia a la flora propiamente y, de hecho, es común que la toponimia describa tanto la abundancia de una especie como la singularidad de algún ejemplar: Ariztoia (‘el robledal’), Barrenzaltua (‘la arboleda o el soto de abajo’), Zaltungorri (‘la arboleda pelada’), El Pinar Grande, El Abetar… Esto en lo que queda todavía en nuestra toponimia actual, pero en documentos antiguos es aún más frecuente: Arizbakotxa (‘el roble solitario’), Bagordoki (‘el llano de las hayas’), Ezpelarena (‘el bojeral’), Iraztoiburua (‘el alto del helechal’), Izeibakotxa (‘el abeto solitario’), Izeiburua (‘el alto del abeto’)…

Como veis, la toponimia dice mucho de cómo era nuestro entorno y el uso que se le daba hasta tiempos no muy lejanos… Es otra fuente de la que aprender sobre nuestro pasado.

El puente sobre el río Biniés

Una cosa que desde siempre me ha llamado la atención han sido los puentes de Vidángoz. Tradicionalmente diríamos que ha habido tres: el puente Juanko, el puente Casero y el puente Rakax.

Desconozco el momento desde el que esto es así, y lo que me extraña es que ninguno de ellos sea de piedra o que no mantengan su aspecto antiguo.  Supongo que, vista su estructura, con vigas metálicas en su parte inferior, se habrían construído con su configuración actual en el momento en que se construyó la travesía, la carretera que va cruza el pueblo siguiendo el curso del río Biniés, en la década de 1950. El puente Juanko, indispensable por llevar al molino, existiría desde antiguo, lo mismo que el puente Casero, por llevar al Castillo, a la tejería y ser camino a Igal  y Salazar en general. Con el que tengo mis dudas es con el puente Rakax, si ya existiría desde antiguo o fue una nueva construcción asociada a la carretera que unió Vidángoz con Burgui en torno a 1920. Ahora explico mis dudas.

Leyendo un proceso judicial de 1675 se relataba cómo las avenidas del río de junio de 1674 ‘llevaron todas las puentes y pontarrones del pueblo’. Se habla en dicho documento de tres puentes de piedra que podríamos pensar que eran los tres mencionados anteriormente… Pero tenemos un puente que aparece en la toponimia, Zibiberria (actualmente Ziberria), y que significa ‘el puente nuevo’. Nuevo cuando lo hicieron, claro, pero ya existía en 1652 y sería uno de los tres que se llevó esta riada.

Al hablar de reconstruir aquellos tres puentes, proponen construir uno nuevo en otro punto. Si no fuera porque sabíamos que ya existía en ese momento, podríamos haber pensado en Zibiberria… Pero no, el cuarto puente en discordia resulta que pensaban construirlo en el término de ‘Baraco’, por lo que estaríamos hablando de que el origen del puente Baraku se sitúa hace 350 años.

Puente Baraku que, obviamente, no es el que conocemos actualmente, y que tal vez sería como ese puente de piedra que se conserva yendo a Belagua… pero será difícil que lleguemos a saberlo.

¿Las tierras de Vindacius?

Otro modo de abordar el posible origen de nuestro pueblo es el análisis de su propio nombre, esto es, de Vidángoz.

¿Quién no se ha preguntado en algún momento de dónde viene el nombre de Vidángoz? ¿Qué significa? En este sentido, a poco que se busque en la bibliografía, hay muchas interpretaciones de lo más peregrinas, sin demasiada base, vaya.

La lógica nos llevaría a pensar en que el nombre de Vidángoz o Bidankoze se explicaría mediante el euskera, que había sido la lengua única o principal de nuestros ancestros hasta hace poco más de un siglo. La primera parte del nombre, ‘Bida’, parecería fácil vincularla con ‘bide’, que significa ‘camino’. Uno podría incluso especular con que ese camino fuera la milenaria Cañada Real de los Roncaleses. Pero la segunda parte del nombre seguiría siendo una incógnita.

Así, para tener una idea fiable, opté por recurrir a un experto en toponimia y onomástica, en este caso a Patxi Salaberri. Cuando hablé con él, me dio a conocer su artículo ‘De toponimia vasco-pirenaica: sobre el sufijo -otz, -oz(e)‘)de 2011 donde se analizaban los nombres de pueblos terminados en –oz, –otz u –oze (o –ués y –és), circunstancia bastante frecuente en una amplia zona geográfica de ambos lados del Pirineo. En nuestro entorno, sin ir más lejos, tenemos Uztárroz, Ezcároz, Oronz, Sarriés, Uscarrés, Navascués….

En su opinión, en los topónimos que finalizan en –oz u –oze esta terminación tendría su origen en el latín, como muchos de los antropónimos que conformarían el resto del nombre. Así, nuestro Vidángoz vendría a significar “Las tierras o los dominios de Vindacius o de Vindacus”, nombre de persona que se ha recogido en documentación de otros  lugares. La evolución del nombre sería Bindaconis >Bindacoi(t)z >Bidancoi(t)z  >Bidanco(t)z >Bidankoze >Bidango(t)z.

Para terminar, solo nos quedaría, pues, la pregunta del millón: ¿Quién sería Vindacius y por qué se estableció aquí? Pues nunca lo sabremos, pero acertó con el sitio, ¿no os parece?

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