Después de haber realizado este recorrido por la vida y obra de Prudencio Hualde, y teniendo en cuenta que, tal y como concluía Gorka Lekaroz en su estudio sobre los últimos euskaldunes de Vidángoz, la transmisión del euskera se detuvo en Vidángoz en la década de 1870, a mí al menos me surge la siguiente pregunta: ¿qué habría pasado con el uskara en Vidángoz de no haber fallecido Don Prudencio prematuramente? ¿Tal vez el dialecto roncalés habría aguantado en nuestro pueblo una generación más, en la línea de lo que sucedió en Uztárroz o Isaba?
Habrá quien piense que esta conjetura es algo exagerada, ¿cómo iba a tener tanta importancia el párroco del pueblo en la pervivencia del idioma? Pero es que realmente la tenía en esa época y la tuvieron muchos párrocos hasta época no tan lejana. Conozco concretamente el ejemplo de Arbizu (Sakana), donde el hecho de que hubiera cura euskaldun entre 1933 y 1973 permitió que el euskera se mantuviera en dicho pueblo con mucho mayor vigor que en los pueblos circundantes.
La continuidad de Hualde en la parroquia de Vidángoz habría contribuido al mantenimiento del prestigio social de la lengua, la confesión en euskera o la enseñanza del catecismo a los menores en dicho idioma (Azkue llegó a preguntar a Mendigacha si el párroco que había en 1903 podría haber usado el catecismo traducido por Hualde), prolongando el uso efectivo del uskara…
Pero, por desgracia, Don Prudencio se nos fue con tan solo 56 años y nos quedará para siempre la incógnita de qué habría pasado si hubiera seguido como párroco, pongamos, otros 30 años.