Archive for the ‘Cosas curiosas’ Category

Porteros de la catedral de Pamplona

Decíamos que casa Laskorna quedó vacía cuando Ángela Sanz se casó. ¿Y qué fue de ella? Pues contrajo nupcias, ya bastante mayor para la época (34 años), con el pamplonés Justo Gamasa Osinaga, hermano de un tío suyo (Gregorio, que se había casado 11 años antes con Sebastiana Navarro Pérez, hermana de Melchora). La pareja fijó su residencia en Pamplona y, poco tiempo después, pasaron a residir en la denominada casa nueva de los canónigos, junto a la catedral, ejerciendo de porteros de la misma durante cuatro décadas.

Junto a estas líneas, un cuadro de Jesús Lasterra de 1952 que muestra a la derecha la puerta de la casa de Justo y Ángela custodiando el Arcedianato (Fuente: patximendiburu.blogspot.com).

…y Doroteo Ornat regresó a Vidángoz…

Uno de los grandes temas que tengo pendiente tratar, entre otras cosas porque cuesta muchísimo poder avanzar en las historias que lo componen, es el de la emigración desde Vidángoz. Es un fenómeno en el que los destinos principales de los bidankoztarras fueron Argentina y Francia, aunque no fueron los únicos.

En la mayoría de ocasiones suele ser difícil seguir el rastro de estos emigrados, pero hay veces que la suerte se pone de nuestro lado.

Y es así como a mediados de julio de hace tres años recibí un mensaje de María Castillo, de Argentina, que andaba tras la pista de un antepasado suyo llamado Doroteo Ornat Pérez y sus pesquisas le habían terminado llevando a Vidángoz. Quiso la fortuna, además, que Doroteo también apareciera en mi genealogía (era hermano de mi tatarabuelo Alejo Ornat, de casa Ornat), y constara como un cabo suelto. Sabía un poco de su vida hasta los 20 años pero después desaparecía de Vidángoz y ya no sabía más de él. A continuación os pondré en contexto.

Foro del día de la boda entre Doroteo Ornat y Etelvina García, en 1906.

Como en tantas familias de la época, Doroteo, que nació en 1870, era el sexto de los siete hijos de Francisco Pasqual Ornat Pérez [Ornat] y Mª Ygnacia Pérez Artica (de Burgui). Como en la casa nativa se iba a quedar el primogénito, Alejo, los demás había que colocarlos, buscarles una salida cuando llegaran a adultos.

Pues bien, parece que a Doroteo no le dio tiempo a estar a esa tesitura. En 1890 le tocaba entrar en el sorteo para el servicio militar, y en aquel año solo a uno de los quintos de Vidángoz le tocaba ingresar en la caja de recluta. Doroteo no salió elegido, pero quedó digamos que de suplente. Y el agraciado en el sorteo presentó una alegación que fue aceptada, por lo que le tocaba a Doroteo.

Incorporarse a filas en aquel tiempo no era hacer la mili en Belagua o en Aizoáin, su duración era de varios años y los destinos podían ser mucho más lejanos, pudiendo llegar a ser Cuba, Puerto Rico e incluso Filipinas, y tampoco era raro que un soldado no volviera por fallecer tras ser herido o enfermar durante su periodo de servicio.

El caso es que para entonces, para 1890, algunos bidankoztarras ya habían comenzado a emigrar a Argentina, y aquellos cantos de sirena empezaban a seducir a otros, particularmente a los jóvenes que no veían demasiado futuro en su casa por no ser quienes habían de heredar.

Y es así como lo debió de ver Doroteo: si me voy a la mili, pierdo unos buenos años para nada e igual no vuelvo… Así que debió de coger un macuto y desapareció. En casa, por lo que señalaba su hermano Alejo cuando le fueron a buscar, tampoco sabían de su paradero.

Y ahora viene cuando completamos la historia con lo averiguado por su biznieta María Castillo, quien consiguió hablar con uno de los nietos de Doroteo: Tras darse a la fuga para evitar ser reclutado, debió de cruzar la muga con Francia junto con su hermano Juan Toribio con la idea de llegar a algún puerto desde el que embarcar hacia Argentina. Pero como su salida de Vidángoz fue precipitada, seguramente no pudo reunir el dinero necesario para un pasaje, y eso era un problema.

Sea como fuere, parece que consiguió meterse como polizón en un barco carguero, y allí se separó su camino del de su hermano.

Después de eso, la primera noticia que sobre Doroteo en Argentina es el censo de 1895, donde consta como soltero de 25 años y de oficio carrero (persona que distribuía en carro las mercancías que llegaban al puerto de Buenos Aires).

Portada del anuario 2020 de Los vascos en la Argentina

Posteriormente, imaginamos que habría ido cambiando de residencia en función del trabajo que tendría y, en 1906 terminó casándose en la localidad de San José de la Esquina con Mª Etelvina García, hija de unos emigrantes asturianos, unión de la que nacieron siete hijos cuya descendencia ha prolongado la estirpe de Doroteo y Etelvina hasta nuestros días.

Doroteo, tras haber residido en diversas localidades donde nacieron sus  vástagos, terminó instalándose en el pueblo de Elena, donde fallecería en 1938, lamentando las noticias que le llegaban de la guerra civil y sin haber podido volver a pisar su Vidángoz natal, como les ocurrió a tantos otros que marcharon al otro lado del charco en busca de una vida mejor… y tal vez no encontraron la vida que esperaban.

Casi un siglo después de su muerte, y gracias al impulso de su biznieta María Castillo, la historia de Doroteo ha quedado recogida en la actualización de 2020 de la obra Los vascos en la Argentina, publicada por la fundación Juan de Garay, y me ha enviado un ejemplar, de manera que, tarde e inesperadamente, pero Doroteo, por fin, ha vuelto a Vidángoz con la colaboración de dos descendientes de casa Ornat. Onki xin, berriz, Doroteo!

Una bruja en la cuadra

Si en el nº 19 de Bidankozarte narraba una de las historias sobre brujas en Vidángoz, la de la gallina de casa Pantxo, hoy contaremos otra menos conocida pero relacionada con aquella.

Esta leyenda decía que en la cuadra de casa Ornat todas las nochebuenas moría un macho, una mula o similar. Ante el perjuicio que ello causaba a la casa, un año el cabeza de familia se escondió en la cuadra en la noche señalada para ver qué ocurría y cuál fue su sorpresa que en torno a la medianoche apareció su madre, se montó encima del macho y éste empezó a agitarse hasta morir.

Entonces, el hombre salió de su escondite y recriminó a su madre por lo ocurrido, a lo que ésta contestó que, de no morir un animal, quien fallecería sería uno de los miembros de la familia.

Como suele pasar, hay un detalle en la historia que seguramente contribuyó a alimentar este cuchicheo, y es que el día de Nochebuena de 1895 falleció una nieta de esta supuesta bruja.

Dicen en casa Ornat que mi bisabuela Martina odiaba que a los de Vidángoz nos llamaran brujos, y es que los protagonistas de la historia anterior eran su padre, Alejo, y su abuela, Mª Ignacia Pérez Artica, hermana de aquella bruja de casa Pantxo, ambas naturales de Burgui, de ahí que la gente mayor del pueblo suele decir aquello de “a Vidángoz las brujas subieron de Burgui”.

Como véis, detrás de estas leyendas suele haber algún hecho real que contribuye a que parezcan verídicas.

Una copla de la Guerra de África

Cuando hace tres años anduve investigando la figura de Mariano Mendigacha, los textos que había publicados y otros documentos originales, me llamó la atención una copla de las recogidas por Resurrección Mª Azkue.

Aquellos versos decían así:

A bayoneta calada

Tetuan arteko,

de seguido Tánger,

guretzat betiko.

La copla sobre la Guerra de África, tal y como figura en las notas de Azkue (Euskaltzaindiako Azkue liburutegia)

La copla es bien curiosa porque mezcla uskara y castellano (para que luego digan que el euskañol es cosa moderna), tal vez mostrando la situación del dialecto roncalés hacia 1860, y también porque da cuenta de un acontecimiento histórico. La estrofa, en esta ocasión, no había sido recogida de la boca de Mariano Mendigacha, sino de Francisco Mayo, de Uztárroz, quien señalaba que era una copla que cantaban los soldados roncaleses en la Guerra de África.

Con esa denominación creía yo que se refería a la Guerra de Marruecos o a la que la historiografía denomina Guerra del Rif (1911-1927), de la que hablo en el artículo de la derecha, pero resulta que no, que esta Guerra de África era otra.

Y, claro, el detalle es que quien aportaba esta rima, Francisco Mayo, había sido soldado en aquella guerra y cuando se publicó, en 1931, tenía ya 88 años, con lo que salían las cuentas y había sido quinto en la época en la que se desarrolló aquella contienda, 1859-1860.

En fin, una curiosa copla roncalesa.

Vidángoz y el Premio Euskadi de Literatura

Ya hace tiempo que pienso que entre los Premios Euskadi de Literatura que entrega el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, cuyos finalistas se suelen dar a conocer a finales de primavera, y este pequeño pueblo del Valle de Roncal que es nuestro Vidángoz hay algún tipo de conexión, pero ¿queréis saber dónde está el quid de la cuestión?

De entre quienes han ganado el premio, los que mencionaré a continuación han escrito en algún momento sobre Vidángoz y, poco antes o algo después, han ganado el Premio Euskadi de Literatura. ¿Casualidad? ¿Causalidad? ¿Cosa de “brujos”?

Esta relación con Vidángoz la podemos encontrar en torno a dos temas: el primero, el euskaltzale bidankoztar Mariano Mendigacha (1832-1918). Su sombra, como veréis, es alargada. Entonces, ¿quiénes han escrito sobre Mendigacha y ganado el Premio Euskadi de Literatura?

Íñigo Aranbarri

El primero de ellos fue Íñigo Aranbarri. Ganador del Premio Euskadi 1988 en la sección de Poesía con “Dordokak eta elurrak”, en 1999 escribió el libro “Gure mendea” (Argia, 2000), y en un capítulo del mismo (“Labraria eta apeza”) escribió sobre la relación entre Mendigacha y Azkue.

Aingeru Epaltza

Una década más tarde, en 1997, Aingeru Epaltza fue el ganador en el apartado “Literatura en Euskera” con el libro “Tigre ehizan”. Epaltza, en una columna que escribió en 2015 en Diario de Noticias, dio a conocer a toda Navarra el denominado “Síndrome de Mendigatxa”.

En la sección de “Ensayo en Euskera” de 2011 el premiado fue Joseba Sarrionandia con “Moroak gara behelaino artean?”. Él también había empleado a Mendigacha en una de las historias (“Muga eta haize hegoa”) del libro “Munduko zazpi herrialdetako ipuinak” (Pamiela, 2008).

Mikel Peruarena

En 2015 la novela “Su zelaiak” hizo ganador de “Literatura en Euskera” a Mikel Peruarena (aunque no aceptó el premio). Lo que poca gente sabe es que en 2011 andaba intentando escribir una novela sobre Mendigacha, se atascó, la aparcó… y con la siguiente que escribió, ¡ganó el premio!

Asisko Urmeneta

Y en el año 2019, premiaron en el apartado “Ilustración de Trabajo Literario” a Asisko Urmeneta por “Aztihitza: Xahoren biografikoa”. Asisko tiene una vieja relación con Mendigacha, y lo ha dibujado en diversas publicaciones. La última, el álbum “Eusklabo alaiak” (Autoedición, 2018).

Pero hay otro tema que une el Premio Euskadi de Literatura y Vidángoz: los esclavos del franquismo que estuvieron en nuestro pueblo en la posguerra construyendo la carretera Igal-Vidángoz-Roncal. Y sobre esto han escrito, por lo menos, tres escritores.

Joseba Sarrionandia

El primero, ya mencionado y, por lo tanto, con doble vinculación con Vidángoz: Joseba Sarrionandia. Éste escribió en 2007 en la revista Nabarra un relato titulado “Igal-Vidángoz-Roncal” sobre los prisioneros del franquismo que hubo en el pueblo.

Patxi Zubizarreta

Unos años después, en 2012, el ganador de varias ediciones del Premio Euskadi de Literatura (1998, 2006, 2010 y 2019) Patxi Zubizarreta escribió la novela “Tres cartas desde Pamplona” (Pamiela, 2014* [versión en castellano]), una historia ambientada en los “Batallones de trabajadores” que construyeron la mencionada carretera.

Ander Izagirre

Y para cerrar la lista, el ganador del apartado “Ensayo en castellano” en 2017 fue Ander Izagirre con su libro “Potosí”. Pues en 2016 Izagirre publicó “El siglo de Luis Ortiz Alfau” (Gobierno Vasco, 2016), la biografía de este “trabajador forzoso” que estuvo en Vidángoz.

Como veis, hay una conexión entre el Premio Euskadi de Literatura y Vidángoz. Así que, escritores/as del mundo, ya sabéis: ¡Escribir sobre Vidángoz tiene premio!

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