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La ‘tormenta perfecta’ (8 de junio de 1915)

En los últimos tiempos, cada vez que sucede una tragedia relacionada con el clima tendemos a achacarla al cambio climático, o a que el río ya no está tan limpio como antes, o a cualquier otro motivo que esté de moda. Pero lo cierto es que en esto, como en tantas otras cosas, lo escrito en su día se encarga de dejar constancia de lo frágil de nuestra memoria.

El asunto que trataré en esta ocasión tuvo lugar al final de la primavera de hace un siglo, concretamente la tarde del 8 de junio de 1915. Aquel día concurrieron una serie de circunstancias que hicieron que cayera una tormenta inusualmente fuerte, dando lugar a lo que científicamente, y siempre a nuestra escala, podríamos denominar la tormenta perfecta.

Una tromba de agua arrasó Zeleia

Una tromba de agua arrasó Zeleia

La prensa de la época tardó tres días en publicar las primeras noticias al respecto y fueron más bien escasas. Es de suponer que sería la información que había sobre el suceso el día siguiente de ocurrir. Esas primeras informaciones, el Diario de Navarra indica que sobre las 4 de la tarde se desarrolló sobre los campos de la villa una tremenda tormenta, una formidable tromba de agua que rodó por la montaña arrasando y anegando una gran extensión. La vecina Manuela Glaría (Aristu) se encuentra desaparecida y se teme que fuera arrastrada por el agua. Los daños en los campos son de consideración.

El Pensamiento Navarro añade que el término donde se produjo es Zeleia.

Y El Adelanto, un periódico de Salamanca que se hizo eco de la noticia, daba cuenta también ese mismo día 11 indica que la manga de agua dejó en  destrozos difíciles de reparar, una casa derribada (de la que no tenemos noticias, se desconoce cuál pudo ser), y da a Manuela Glaría por arrastrada por las aguas y ahogada.

El Diario de Navarra del 13 de junio amplía la información: “A las cuatro de la tarde se desencadenó un furioso huracán y poco después descargaba sobre el alto de Estoci y Jabros la imponente tormenta, cayendo piedra, granizo y agua en tal abundancia que, de ocurrir eso más cerca del pueblo, habrían ocurrido muchas desgracias.

Las aguas se repartieron por las dos vertientes, hacia Igal unas y hacia Vidángoz otras, aminorándose gracias a esa división los destructores efectos”.

Con todo, parece que aún podía haber sido peor. Pero veamos el relato que dieron los testigos presenciales sobre lo sucedido:

Los vecinos que vieron iniciarse el torrente dicen que parecía que bajaba una montaña de agua arrastrando maderos, ramas, peñascos, tierra, etcétera.

Esa montaña de agua arrastraba cuanto hallaba a su paso y así se explica el que en breves instantes desaparecieran setos naturales y artificiales, muros de contención y roca que defendían a los campos situados a ambos lados del barranco”.

En resumen, lo que hoy vendríamos a denominar un tsunami, solo que lejos del mar.

Testimonio sobre lo ocurrido, en El Pensamiento Navarro del 13/06/1915

Testimonio sobre lo ocurrido, en El Pensamiento Navarro del 13/06/1915

En cuanto a las desgracias personales, sobre Manuela Glaría, dice el artículo que “se encontraba escardando en una finca, debió guarecerse debajo de unos árboles en las inmediaciones del barranco donde fue sorprendida por la terrible é impetuosa corriente”.

Posteriormente el artículo añade que “merced a las disposiciones dadas por el juzgado se ha logrado encontrar y recoger el cadáver de la desventurada Manuela Glaría, a nueve kilómetros de distancia del lugar en que la tormenta sorprendió a la mujer”.

La pobre Manuela Glaría, viuda y de 74 años, habría aparecido, pues, por las indicaciones que se dan, más o menos en Sagarraga. Pero parece que no fue la única persona por cuya vida se temió. El relato del suceso culmina de la siguiente forma: “En el pueblo se temía por la muerte del vecino Santiago Urzainqui, de 74 años de edad, y cuando se le creía víctima de la horrorosa tromba, ha llegado sano y salvo al pueblo, causando la alegría de sus convecinos y especialmente de la familia”.

Santiago Urzainqui (Kostiol), casualmente quinto de la difunta Manuela Glaría, corrió mejor suerte que aquella y pudo salvar la vida.

El Pensamiento Navarro del 14 de junio viene a hacer una descripción similar a la del Diario de Navarra, que solo añade que “otras muchas personas, vieronse en peligro, pero gracias a su agilidad pudieron librarse de una muerte segura”.

En resumen, pues, una tragedia que pudo haber sido más, y que, además de una víctima mortal, dejo cuantiosos daños en los campos y una casa derrumbada que no he conseguido identificar de momento.

Una jornada aciaga pero, como veremos en el próximo número de Bidankozarte, no fue la única desgracia que hubo que lamentar en aquel 1915…

Para terminar, los enlaces a los recortes de prensa completos sobre este asunto:

El crudo invierno de 1915

El Pensamiento Navarro en su edición del 3 de febrero de 1915 recogía el artículo que paso a transcribir al terminar este párrafo porque la calidad de la imagen es deficiente. En cualquier caso, curiosa crónica la que nos deja el corresponsal de Vidángoz que, al igual que en la del invierno anterior, deja entrever su arte para relatar lo ocurrido de una forma muy gráfica.

DE VIDANGOZ

Si acostumbrados estamos, en todos estos pueblos del valle, a sufrir las consecuencias que traen consigo las grandes nevadas que por aquí suelen visitarnos, me parece que la de estos días es de las que hacen época.

Ya nos enteramos por la prensa de que las nevadas han sido generales y, por lo que afecta a este pueblo, basta insinuar el hecho de que en cuatro días no se ha podido abrir camino para el correo.

Pocas veces se ha conocido semejante temporal, pues aparte de que la altura de la nieve alcanzó una altura de vara y media, los ventisqueros han obstruido los caminos para unos cuantos días.

LOS JABALÍES

Nada más natural que a consecuencia de lo ya apuntado nos viéramos visitados por estos animales que aquí tanto abundan, pero en esta ocasión hemos visto cosas verdaderamente trágicas.

Acorralados y acosados por el hambre, se conoce que no han tenido suficiente guarida en estos espesos bosques y, por lo visto, se han propuesto rehabilitar para sus guaridas nuestras viviendas.

El martes pasado, uno de ellos, cuyo peso no bajaba de 18 docenas, vino a visitarnos hasta las puertas de una casa y, perseguido desde ella, fue muerto a los pocos metros.

Y por si esto es poco, ha habido un jabalí que se ha metido en una entrada del molino y, después de cerrarle todas las salidas, ha perecido a palos.

Hasta la fecha han sido cazados siete, pero es de presumir que, dada la cantidad de nieve que hay por estos montes, se repitan estas escenas cinegéticas tan a poca costa de correr mucho para encontrarlos.

EL TIEMPO

Después de seis días en los cuales no salimos del temporal que se describe, hoy parece que nos visita algún otro, pues el día de la fecha nieva copiosamente.

Vidángoz, 28 de enero de 1915.

El corresponsal.

Aunque ya se indica que fue un invierno extraordinario, aún van a tener razón los mayores con aquello de “ya no hay inviernos como los de antes…”.

El crudo invierno de 1915

El Pensamiento Navarro en su edición del 3 de febrero de 1915 recogía el artículo que paso a transcribir al terminar este párrafo porque la calidad de la imagen es deficiente. En cualquier caso, curiosa crónica la que nos deja el corresponsal de Vidángoz que, al igual que en la del invierno anterior, deja entrever su arte para relatar lo ocurrido de una forma muy gráfica.

DE VIDANGOZ

Si acostumbrados estamos, en todos estos pueblos del valle, a sufrir las consecuencias que traen consigo las grandes nevadas que por aquí suelen visitarnos, me parece que la de estos días es de las que hacen época.

Ya nos enteramos por la prensa de que las nevadas han sido generales y, por lo que afecta a este pueblo, basta insinuar el hecho de que en cuatro días no se ha podido abrir camino para el correo.

Pocas veces se ha conocido semejante temporal, pues aparte de que la altura de la nieve alcanzó una altura de vara y media, los ventisqueros han obstruido los caminos para unos cuantos días.

LOS JABALÍES

Nada más natural que a consecuencia de lo ya apuntado nos viéramos visitados por estos animales que aquí tanto abundan, pero en esta ocasión hemos visto cosas verdaderamente trágicas.

Acorralados y acosados por el hambre, se conoce que no han tenido suficiente guarida en estos espesos bosques y, por lo visto, se han propuesto rehabilitar para sus guaridas nuestras viviendas.

El martes pasado, uno de ellos, cuyo peso no bajaba de 18 docenas, vino a visitarnos hasta las puertas de una casa y, perseguido desde ella, fue muerto a los pocos metros.

Y por si esto es poco, ha habido un jabalí que se ha metido en una entrada del molino y, después de cerrarle todas las salidas, ha perecido a palos.

Hasta la fecha han sido cazados siete, pero es de presumir que, dada la cantidad de nieve que hay por estos montes, se repitan estas escenas cinegéticas tan a poca costa de correr mucho para encontrarlos.

EL TIEMPO

Después de seis días en los cuales no salimos del temporal que se describe, hoy parece que nos visita algún otro, pues el día de la fecha nieva copiosamente.

Vidángoz, 28 de enero de 1915.

El corresponsal.

Aunque ya se indica que fue un invierno extraordinario, aún van a tener razón los mayores con aquello de “ya no hay inviernos como los de antes…”.

Las cartas de Mariano Mendigacha (VIII)

Dejábamos el repaso a las cartas de Mariano Mendigacha en la de diciembre de 1903. En ella, además de hablar de árboles y arbustos y de las grandes nevadas que tenían a los hombres “dando guerra” en casa, ambos temas ya mencionados en números anteriores, da cuenta de unos cuantos detalles que nos permiten hacernos una idea de cómo se vivía entonces por una parte, y de la mentalidad de la sociedad en general y de Mariano en particular por otra.

Al hilo de las nevadas que han caído algo antes de lo normal, dice que “Nos ha cogido con los trabajos del monte a medio hacer. No tardarán mucho la gente en empezar a contar necesidades”. Parece que él no se incluye entre los que tendrán necesidad, pero sí que queda constancia de lo a merced que estaba la gente de entonces del tiempo.

Besugo como el que se habrían comido los de Mendigatxa

Besugo como el que se habrían comido los de Mendigatxa

A continuación menciona que a un amigo suyo le habían mandado un besugo, y éste había compartido con él parte del mismo, y en casa de Mariano, a su vez, habían repartido a cada trocico “para poder decir que todos hemos probado besugo”.

Después del asunto de la comida, un percance doméstico: “Por la mañana se nos ha olvidado en la cuadra la manta de la era. Han entrado los cerdos y nos la han roto de tal forma que la han roto en pedazos, hecho trizas, migas, casi hecha polvo”. De aquí también podemos concluir varias cosas, una que los cerdos andarían algo hambrientos, y otra que en casa Mendigatxa había más de un cerdo, lo que indica que era una casa “bien”.

Posteriormente, hace referencia a que, por entonces les llega el que, a su juicio, es el mejor tiempo del año (el crudo invierno), porque lo pasan entre parientes y amigos, en las funciones de matar al cerdo. Al hilo de esto, deja una curiosa reflexión que, traducida (como todo, porque recordemos que las cartas son en Uskara de Vidángoz), viene a decir: “Nos engordaremos de los cerdos, lo mismo que ellos se han engordado de nosotros o de lo dado por nosotros”.

Para terminar, por medio de una historia, no sabemos si verídica, nos deja el testimonio de lo que fue la política familiar en Vidángoz (y en los valles pirenaicos en general) hasta hace un par de generaciones. Cuenta cómo un padre observaba a sus hijos mientras los criaba y, por cómo se comportaban, terminó eligiendo al mayor para heredar la casa. Y llegado el día, le dijo: “Tú has de ser para la casa, y te casarás con fulana”. El hijo contestó: “No quiero casarme con ella”. Y el padre, decepcionado, sentenció: “Pues si no te casas con ella, no tienes nada con esta casa y ni siquiera trabajo, así que fuera de mi vista para siempre”.

Crudo relato, pero visto lo habitual de las bodas “concertadas” en aquel tiempo, esto ocurriría con cierta frecuencia.

Curiosas, pues, todas estas pinceladas de la sociedad de hace un siglo que nos va dejando Mariano Mendigacha.

Las cartas de Mariano Mendigacha (V) – Lluvia y nieve

Seguimos con la descripción que Mariano Mendigacha hace en sus cartas del Vidángoz de hace 110 años. Pero en esta ocasión, en vez de seguir el orden cronológico y, como hay material para ello, reflejaremos lo que Mariano menciona en alguna de sus cartas sobre las riadas y otras referencias a temporales.

En la carta del 22 de mayo de 1904 recuerda Mariano que dos años antes, estando reunido él con Azkue en Ligi (Ligi-Atherei, Licq-Atheres en francés, en Zuberoa, a 11 km de Larrau), cayó en Vidángoz una pedregada que les dejó sin cosecha.

Vidángoz nevado

Vidángoz nevado

En la siguiente carta, del 29 de junio de 1904, día de San Pedro, señala que “tenemos el tiempo lluvioso, pues ya hace varios días que no calla el rugir de los truenos”, y que, aunque son las fiestas, este año la gente anda un poco triste porque “ayer ocho cayó una gran tormenta de agua, y todos los maderos que estaban preparados en el río para arrancar a venderlos a la Ribera, la corriente de agua que se juntó por los barrancos los llevó; ahora andan los dueños reuniendo los maderos llevados pero este año ya no los pueden vender pues ha pasado el tiempo; nosotros tuvimos suerte; en la víspera del chubasco vino la nuera vendidos los últimos maderos”.

Dos cartas más tarde, en la del 6 de agosto de 1904, menciona que “En el segundo de éste (agosto) nos cayó una pedregada muy grande; pues nos ha arrasado todas las huertas”.

No faltan tampoco las menciones a las grandes nevadas, si bien parece que éstas no causaban los estragos de las otras:

En la carta del 15 de abril de 1903 dice Mariano “Tenemos el tiempo muy malo, no hemos visto en todo el invierno tanta nieve como la que hay ahora; y también traza de hacerlo”. Y eso que era ya mediados de abril…

…Y ese mismo año, ni 5 meses después, ya se daba noticia de la primera nevada del siguiente invierno, aunque la fecha en que nevó, 14 de septiembre de 1903, era, paradójicamente, verano: “hemos tenido buen tiempo hasta el catorce de éste (mes); en este día nos vino la nieve hasta cerca del pueblo; las parvas estuvieron en las eras tapadas de nieve; no hemos visto ni oído seres vivos; después por dos mañanas cayó una helada que nos taló en los huertos, las alubias y todas las cosas tiernas se han secado; las patatas también están sin hojas;

Nieve en Ziberria

Nieve en Ziberria

Y tres mesicos más tarde, el 18 de diciembre de 1903, otro nevadón: “Tenemos el tiempo obscuro; hace ya veinte días que una nevada grande nos tiene debajo; nos tiene a todos los hombres en los hogares, acoquinados, quemándose las espinillas y aborrecidos por las mujeres; pues no les hacemos otra cosa sino hacerles preparar las comidas puntualmente para la hora sabida y estorbo para preparar los trabajos de la cocina. Los caminos están cerrados por la mucha nieve; no anda sino gente aislada; ahora mismo está la nieve cayendo a copos, copos tan grandes como sombreros. Aquí tenemos el dicho, “nieve enorme, nieve grande, nieve menuda, buen tiempo”; como nos ha venido antes de tiempo nos ha cogido a medio hacer los trabajos del monte de su tiempo; antes de mucho tiempo, empezará la gente contando algunas necesidades”.

Y, pasados más de 40 días desde que nevó, siguen encerrados bajo la nieve: “Siempre tenemos el tiempo frío y estamos bajo la nieve, no hacemos otro trabajo que el que le dije a V. en la última carta. Sigo siempre con buen apetito sin dolores en ningún sitio”.

Y en la siguiente carta, fechada el 1 de febrero de 1904, continúan las menciones al crudo invierno que están pasando, al parecer más duro de lo habitual: “Tenemos también el tiempo como que estamos en pleno invierno; hoy está el peor día que hemos tenido en todo el invierno; habiendo usin no podemos ni asomar por las ventanas a la calle, si sigue así por mucho tiempo, el que viva tendrá bastante que contar del invierno de este año.”

Más de lo mismo en la carta del 1 de marzo de 1904: “por causa del tiempo, el día de carnaval ha sido tan triste como un día de cuaresma; todo el día ha estado nevando sin parar; con una nieve derretida en las calles, pues no podía salir cristiano; ni nos hemos vestido de zipoteros”.

Se ve que el tiempo también hacía desastres por entonces, y que, concretamente el de 1903-1904, fue un invierno “majo”.

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