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Un proceso eclesiástico en 1763

En tiempos pretéritos, cuando la iglesia era uno de los pilares del poder, disponía de una jurisdicción propia por la que se regían fundamentalmente los asuntos que afectaban directamente a la iglesia, pero también otra serie de casos que se incluían en esta jurisdicción por ser asuntos relativos a la moral.

El caso es que en 1763, hace 250 años, encontramos un proceso relativo a la intención de un clérigo de Vidángoz de ostentar dos cargos que, según la regulación del momento, eran incompatibles el uno con el otro. Es un tema que, desgraciadamente, bien podría encajar perfectamente en la coyuntura actual. Y es que, por lo que se ve, 250 años no son nada y parece que hay cosas que nunca cambian.

Proceso eclesiastico en 1763

Proceso eclesiastico en 1763

En asunto que nos ocupa pleiteaban los Cabildos Eclesiástico (esto es, los cargos eclesiásticos, que por entonces eran ni más ni menos que 8 personas) y Secular (los cargos concejiles, el ayuntamiento) contra Don Matías Miguel de Hualde (Diego), que por el apellido y la época, seguramente pertenecía a esa élite de poder que fueron los Hualde en Vidángoz durante muchos años y a la que, algún día, tendré que dedicar unos párrafos expresamente.

El citado Don Matías Miguel de Hualde era clérigo de menores (si había un clérigo sólo para los menores, esto nos ayuda a entender cómo podía haber 8 cargos eclesiásticos), y, además, sacristán de la parroquia de Vidángoz. En el citado año 1763 había promovido (o sea, que su estatus mejoraba) a un beneficio (otro de los cargos eclesiásticos de aquel momento) en la iglesia de Vidángoz, cargo éste que era incompatible con la titularidad de la sacristía, a la que Matías Miguel de Hualde no parecía dispuesto a renunciar.

Así que esto terminó en un juicio eclesiástico cuya sentencia determinó que el demandado, Matías Miguel de Hualde, había de elegir entre el beneficio y la sacristía y, éste, como no era tonto, pues eligió el beneficio, cargo cuyo solo nombre ya nos da una ligera idea de que muy malo no podía ser.

Y para la sacristía, entre el Cabildo Eclesiástico, los vecinos y el Concejo, proponen a don Blas Ramón de Hualde (Diego), estudiante (creo recordar que en la Universidad de Irache y que terminó siendo abogado de los Tribunales Reales) natural de la villa, y a quien le es adjudicada.

Al final, vuelta y vuelta y el cargo para otro Hualde de Vidángoz, que, aunque el resumen del proceso no lo dice, era el hermano pequeño de Matías Miguel. Lo dicho, que dejo para otra ocasión un artículo sobre el clan de los Hualde.

Si alguien se anima a profundizar en el tema, el proceso tiene la siguiente signatura en el archivo diocesano de Pamplona: Secr. Villava, C/2195 – Nº 25.

La riada de 1787

Vidángoz y el valle de Roncal en particular, y toda la cuenca del río Aragón en general, vivieron hace 225 años otra riada de las que no se olvidan. Pero, al contrario de lo que ocurrió en octubre de 2012, cuando la peor parte del temporal tuvo lugar en la parte alta de las cuencas del Biniés, Jabrós y Salazar, en 1787 esa situación anómala se dio en la de forma generalizada en los valles pirenaicos, y por ende, en nuestro Vidángoz.

Grabado de una riada histórica en Murcia

Grabado de una riada histórica en Murcia

Desgraciadamente, no podemos conocer con detalle los daños causados por dicha riada en el pueblo, ya que el libro de actas que supuestamente incluye el año 1787, carece de ninguna información sobre ese año, centrándose el libro en los años 1793-1797. Es probable que la falta de esta documentación esté relacionada con la Guerra de la Convención,  que comenzó en 1793 y que sacudió a nuestro valle de forma directa.

Sin embargo, el libro de cuentas correspondiente a ese año sí que nos permite confirmar que hubo daños en el pueblo, ya que en el libro de cuentas que incluye ese año 1787, en la partida nº 85 del año 1788 se resumen los gastos derivados de “los daños y extragos que executó la extraordinaria riada del día veinte y quatro de sepre del año último ochenta y siete para presentar en el Real Consejo […]. Veinte y seis reales y veinte y nueve más dados a Josef Marichalar, maestro albañil y carpintero, por su trabajo en hacer las declaraciones regulando el coste de los daños en puentes, paredes y demás edificios. Ocho reales a Juan Miguel Salboch y Esteban Onco […] por la ocupación de un día acompañando a Josef Marichalar para enseñarle los parajes en que había causado daño la riada; Quarenta y ocho reales a Bauptista Yrigaray y Pedro Juan Fuertes […] por la ocupación que durante seis días tuvieron en reconocer todos los términos de esta villa y tomar razón de todos los daños ocasionados por la riada en las heredades y campos […]”.

Grabado de una riada histórica en Lorca

Grabado de una riada histórica en Lorca

Deducimos, pues, que los daños en Vidángoz fueron diversos y, a juzgar por lo que sucedió aguas abajo en Sangüesa en aquella ocasión, cuando la crecida del Aragón (10 metros) solo dejó en pie 39 de las cerca de 500 casas con que contaba la ciudad en aquel entonces, la crecida debió ser de órdago. Desgraciaciadamente, este desastre de Sangüesa atrapó acabó con la vida de un joven bidangoztarra: Pedro Francisco Laviano Reta, de 17 años, natural de casa Calderero (casa que por aquel entonces tendría otro nombre). Su partida de defunción dice así: “Murió en la ruina que acaeció en dicha ciudad de Sangüesa, donde residía como aprendiz de comerciante, y se encontró muerto junto a su Amo”. La riada debió de arrasar también Urzainqui y Garde y derribó prácticamente todos los puentes del valle de Roncal.

Tanto en esta época como en riadas posteriores el entorno del río estaba más limpio que ahora, ya que el tráfico de almadías así lo requería, pero ello tampoco evitó que las crecidas de los ríos causaran estragos. Y es que, seguramente, como pasaba en la aldea de Astérix, una de las pocas cosas que temían los bidangoztarras de entonces era que “el cielo cayera sobre sus cabezas”… Y, en aquella ocasión, parece que cayó.

El Uskara en Vidángoz

Como lo prometido es deuda y para compensar el ritmo trimestral de publicación roto por el retraso en el número anterior, aquí va una nueva entrega de Bidankozarte.

Parece que ya ha quedado atrás el invierno, algo más suave de lo normal, y tenemos un tiempo primaveral e incluso algunos días de calor más propios del verano. Las huertas (y los hortelanos) en plena faena y los montes llenos de diversos tonos de verde. En abril ha habido aguas mil y el río baja mayenco (el día de la almadía incluso “demasiado mayenco” debía bajar).

Y en Vidángoz además, por celebrarse este año el Uskararen Eguna, también hay algo más de movimiento de lo habitual. Además de lo acostumbrado en otras ocasiones, esta vez se va a grabar un lip-dub, un vídeo en el que, haciendo un recorrido por el pueblo irá apareciendo gente de todos los pueblos y diversas asociaciones del valle acompañado todo ello de una canción que, como merece la ocasión, reivindica el uso del Uskara.

En Vidángoz, aunque muchos todavía hoy lo vean como algo ajeno, lejano, seguramente influenciados por la política, el Uskara sigue vivo en nuestro vocabulario, en los nombres de los montes, de las casas, en los apellidos… Y en realidad, no hace tanto que se fue.

Cartel del Uskararen Eguna 2012 de Vidángoz

Cartel del Uskararen Eguna 2012 de Vidángoz

En la segunda mitad del siglo XIX, en 1863, el 90% (317 uskaldunes de un total de 347 habitantes) de la población y de allí en adelante, por diversas causas, el uso del Uskara cayó en picado, yendo poco a poco reduciéndose al entorno familiar y de ahí, a la tumba. En 1925 la revista “Navarra” todavía cita a Vidángoz como pueblo euskaldún en la muga sur de los territorios en los que se hablaba Uskara, habiéndose perdido ya en Burgui, Garde, Roncal y Urzainki. Incluso en 1935, a puertas de la guerra civil, aún se cifraba en un 4% el número de uskaldunes de Vidángoz, y teniendo en cuenta que la población rondaba los 400 habitantes, estaríamos hablando de 16 uskaldunes.

En efecto, para esas fechas, como ya señalaba Mariano Mendigacha (Mendigatxa) en sus cartas a Azkue a principios del siglo XX, señala que ya no se hablaba en la calle, cuando se lamenta de no poder enseñar Uskara a sus nietos. No obstante, debía quedar gente más o menos mayor que dominaban en mayor o menor medida el Uskara que habían aprendido de pequeños. Es el caso de Juliana Arriola (Arriola), que fue encuestada en 1924 por Eusebio de Etxalar en la realización de la Erizkizundi Irukoitza.

Algunos años después, con la llegada de los prisioneros que construyeron la carretera Igal-Vidángoz-Roncal, muchos de ellos vizcaínos y euskaldunes, algunas personas mayores de Vidángoz todavía conseguían hacerse entender con ellos en Uskara.

Posteriormente, aún hemos conseguido oír resquicios de aquel Uskara que se hablaba aquí por boca de algunas de nuestras abuelas o bisabuelas.

En los retazos de historia que he podido ir encontrando (y los que quedarán por aparecer), se menciona el Uskara en Vidángoz en 1560, cuando se le da a conocer a la supuesta bruja Graciana Belza su condena, “dándole a entender en bascuenç”, porque no entendía otro idioma. Siglo y medio después, en 1723, en otro proceso, esta vez eclesiástico, dos bidangoztarras se disputan la vicaría de Vidángoz, como luego comentaré en las notas históricas. Y otro siglo y medio después, el estudioso Louis Loucien Bonaparte contacta con Mariano Mendigacha y Prudencio Hualde para documentar el, por entonces, todavía sano Uskara.

En el medio siglo siguiente, como deja claro Mariano Mendigacha en sus cartas, el Uskara desapareció como la nieve cuando llega la primavera, en un visto y no visto.

Hoy en día, en la misma medida en que se fue apagando el Uskara en Vidángoz por boca de sus mayores, va rebrotando por boca de los no tan mayores, los jóvenes y sobre todo los más pequeños y cada vez es menos raro oír Uskara por nuestras  calles. Si Mariano y Prudencio levantaran la cabeza, seguro que esbozaban una sonrisa al verlo.

Por todo ello y porque es parte de nosotros, disfrutemos de este Uskararen Eguna 2012.

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