Vidángoz, como el valle de Roncal y Navarra entera, se encontraba por estas fechas hace 500 años intentando reaccionar a la invasión que Castilla había realizado a finales de julio.
Los roncaleses, que desde tiempos inmemoriales venían siendo hombres de armas tomar (literalmente), no estaban dispuestos a someterse tan fácilmente. Cómo serían de guerreros, cuando en diversas fuentes se menciona a los roncaleses como “soldados de élite” del ejército navarro.
En el recuerdo (y mucho más atrás) quedaban las batallas contra los musulmanes, la batalla de Roncesvalles y muchas más que habían hecho crecer la leyenda alrededor del carácter guerrero de los roncaleses, incluso las recientes disputas por el goce de las Bardenas, acaecidas apenas 20 años antes (1490).
Es por ello que, en aquel julio de 1512, los únicos en salir al paso de la comitiva castellana que entraba por la Sakana fueron un puñado de roncaleses (200 según algunos, hasta 800 según otros), en el desfiladero de Oskia.
Vistas sus pocas posibilidades debieron de retirarse pronto y tras pasar agosto y a instancias de su rey, Juan III, se rindieron a principios de septiembre… si bien empezaron a preparar el contraataque, que se produciría apenas mes y medio después.
A lo largo del otoño de 1512, el rey Juan III entró por el pirineo y recuperó para su causa el castillo de Burgui y fue reuniendo a los que todavía le eran leales.
En este primer contraataque del otoño de 1512, los roncaleses aún protagonizaron algún capítulo memorable más, como aquel en el que 100 roncaleses que se dirigían a la Ribera pusieron en fuga a una pila de aragoneses (entre 250 y 600 según las fuentes).
Los intentos fueron en vano y, conforme terminaba el otoño, los castellanos recuperaron el control de la situación y muchos roncaleses fueron condenados a muerte por ser leales a su rey legítimo.