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Prudencio Hualde (1823-1879)

Pedro Prudencio Hualde Mayo nació en Vidángoz el 26 de abril de 1823 pero, al contrario de lo que se suele creer, no lo hizo en casa Rakax, sino en casa Malkorna. A casa Rakax realmente se casó un hermano suyo, José Ramón, pero, al ser el único familiar que permaneció en el pueblo y habiendo quedado la casa nativa primero desocupada, posteriormente alquilada, vendida, quemada y finalmente reconstruida como matadero, cuando se colocó la placa se estimó que era preferible ponerla en la casa que da la bienvenida a Vidángoz.

El séptimo de los diez hijos que tuvo el matrimonio formado por Pedro Fermín Hualde Urzainqui [Malkorna] y Mª Josefa Mayo Martín (Uztárroz) fue bautizado el día 28 de abril, y a ese acto debe su nombre: Pedro por el nombre de su padrino, Pedro Esteban Villoch (y también nombre de su padre), y Prudencio, por el santo de ese día.

Algunos de sus hermanos mayores habían fallecido ya para cuando él nació, pero ocupando el séptimo puesto en la línea sucesoria, estaba claro que a Prudencio le iba a tocar salir de la casa nativa, bien para casarse a otra casa, bien para ser religioso, bien para emigrar. Eligió (bueno, seguramente ‘le eligieron’) el segundo de los destinos.

Hualde inició su formación para sacerdote en Salvatierra de Esca, donde estudió cuatro cursos de gramática latina y humanidades. De ahí pasó al Instituto de Pamplona, donde continuó estudios de matemáticas y 1º de filosofía. Completó los dos años de filosofía y prosiguió con los de teología y moral en el Seminario de San Miguel.

Ordenado como subdiácono en 1849 y como diácono y presbítero en 1850, pasaría desde aquel momento casi tres décadas dedicado al sacerdocio. De los 29 años en los que ejerció de párroco, más de 22 lo hizo en su Vidángoz natal.

Ocupando ese puesto, entre otras muchas cosas, fue protagonista involuntario de la epidemia de cólera de 1855 y, en los años que siguieron a ésta, colaboró junto con Mariano Mendigacha con el lingüista Louis-Lucien Bonaparte en sus estudios sobre el euskera, faceta por la que es reconocido en su ámbito.

En la década de 1870 salió en un par de periodos de dos y tres años de la parroquia de Vidángoz, no sabemos si por motivos políticos (son fechas en torno a la II Guerra Carlista) o de otra índole, pero terminó volviendo en 1879, año en que encontraría la muerte, aparentemente inesperada, a causa de una ‘gastroenteritis hepática crónica’.

La puntica del iceberg

Después de todo lo contado en las secciones previas, a la vista queda que esta iniciativa Bidankozarte ha dado para mucho en estos diez años.

Pues bien, pese a lo que pueda parecer, hay un trabajo y un desarrollo mucho mayor que no se ve, que sirve o servirá de base o de apoyo para diversas investigaciones o proyectos, pero que no ha visto la luz. Usando una analogía habitual, lo que conocéis de Bidankozarte es solo la puntica del iceberg, pero debajo del agua hay muchísimo más.

Además de todo lo que ya he mencionado como pendiente, hay diversos temas que tengo desarrollados en mayor o menor medida y que ojalá en un futuro no muy lejano pueda ir completando para poder darlos a conocer.

La lista podría ser casi tan larga como quisiéramos, ya que cuanto más se investiga, más líneas de estudio se nos ocurren, pero por apuntar solo algunas de las principales vías que tengo abiertas y que me gustaría ir concretando, tenemos las siguientes: la genealogía de las familias de Vidángoz, la historia de las casas del pueblo, la toponimia haciendo hincapié en los nombres de lugares más pequeños, la emigración desde Vidángoz a América, Vidángoz y las brujas, historia de almadías en el río Biniés, mujeres en la historia de Vidángoz/Valle de Roncal, religios@s del pequeño Vaticano, vocabulario bidankoztar…

Muchos y muy variados proyectos, como veis, pero a ver si al menos algunos de ellos van saliendo adelante poco a poco…

Los Hualde y el Clero

Los Hualde de Vidángoz y el Clero han tenido una estrecha relación en los últimos tres siglos.

Empezamos en 1723, con Don Miguel Hualde (que da a casa Diego su nombre antiguo, casa Don Mikelna), que entonces tuvo que aprobar un examen de uskara para acceder a la vicaría de Vidángoz, que ocupó entre 1723 y 1729, pasando posteriormente a beneficiado. Bueno, hay que señalar que un tío de Don Miguel Hualde, llamado José Hualde y también natural de Vidángoz, fue también sacerdote, pero llevó su carrera bastante más allá de las fronteras de nuestro valle y llegó a ser una gran personalidad en su época (finales del siglo XVII y principios del XVIII), pero dejaremos este personaje para otra ocasión.

Poco después, en 1750, Pedro Marco Hualde fue el primer religioso en ocupar la sacristía de Vidángoz (hasta entonces solo la ocupaban seglares) y posteriormente fue también párroco (1755-1793).

De esa misma época son también Pablo Hualde (que ejercía de ausenciero), Miguel Mathías Hualde (primero sacristán y después beneficiado) y Blas Ramón Hualde, (beneficiado y que llegó a abogado en los Reales Tribunales).

Posteriormente llegaría el turno del famoso Prudencio Hualde [Malkorna], que ejerció de párroco entre 1853 y 1879.

Los tres hermanos Hualde Pérez [Txestas] que fueron religiosos.

Y ya en el siglo XX, casa Pelaire y casa Txestas dieron otros cinco nuevos Hualdes religiosos: Emiliano y Sinforosa Hualde [Pelaire] y Antonio Carlos, Javier Julián y Silverio Hualde [Txestas].

Como se puede ver, la relación entre los Hualde y el Clero ha sido importante.

El asesinato de Irene Pérez Goyeneche (1964)

Irene Pérez Goyeneche, de joven, ataviada con el traje típico roncalés.

Irene Pérez Goyeneche, de joven, ataviada con el traje típico roncalés.

Corrían los años 60 y diversos países africanos afrontaban su independencia tras el proceso de descolonización promovido por una entonces joven O.N.U.. El país que nos ocupa, la actual República Democrática del Congo (anteriormente conocido como Zaire y como Congo Belga), no es una excepción. Así, las primeras elecciones del Congo Belga independiente se celebraron en 1959 y el primer gobierno nacional se constituyó en 1960. Sin embargo, el intento de varias regiones de escindirse y la ayuda que recibieron por parte del gobierno belga hicieron que el gobierno buscara el apoyo de E.E.U.U., ayuda que pareció no recibirse de manera suficiente, lo que sumió al país en el caos. La violencia se generalizó y se sucedieron varios gobiernos hasta que Mobutu dio un golpe de estado apoyado por E.E.U.U. y accedió al poder en 1965.

En esos cinco años de inestabilidad política y social es donde transcurre la historia que relata este artículo. En aquella época y en aquel país, como en otros tantos, diversos misioneros realizaban su labor. Si a esto le añadimos que a Vidángoz se le conocía como “el pequeño Vaticano” en relación a la cantidad de religiosos que había, es fácil llegar a la conclusión de que algún misionero bidangoztar habría en el Congo Belga en los años 60.

En aquel país se encontraban en aquel momento dos misioneras bidangoztarras, hermanas y de casa Diego, para más señas: Irene (Sor María de San Marciano) y Guadalupe Pérez Goyeneche (Sor María Victorica), ambas Franciscanas Misioneras de María (las “blancas”).

Irene, ayudando a los desfavorecidos en el Congo Belga.

Irene, ayudando a los desfavorecidos en el Congo Belga.

Había pasado ya julio de 1964 y las tropas de la O.N.U. habían abandonado ya el país, dándolo poco menos que por pacificado, pero todavía quedaban diversos focos de rebelión. Uno de ellos era la entonces denominada ciudad de Stanleyville (actual Kisangani). A finales de noviembre parte de la ciudad, a un lado del río, se encontraba “liberada”, y la otra, al otro lado del río, en manos de los rebeldes. En la zona rebelde se encontraba Irene junto con otras misioneras navarras varias. Dado lo extremo de la situación, su superiora le había recomendado pasar a la zona “liberada” donde, al parecer, la congregación tenía otra casa, pero Irene y otros prefirieron permanecer en la casa en la que desarrollaban su labor y que pasara lo que tuviera que pasar.

Y, desgraciadamente, lo que pasó fue lo peor que se podía esperar: fueron capturados por los rebeldes y llevados a una casa que hizo las veces de prisión improvisada. En el sótano de la misma aquel 24 de noviembre de 1964 se encontraban retenidas y encerradas 32 personas, en su mayoría misioneros europeos, que en algunos casos ya llevaban dos días en aquellos 20 metros cuadrados. Y allí permanecieron, sufriendo los tormentos de sus captores, hasta que al día siguiente, 25 de noviembre, fueron casi todos ellos ejecutados en una habitación de la misma casa, fusilados contra la pared.

Placa que recuerda a la difunta Irene, en la fachada de Casa Diego, su casa natal.

Placa que recuerda a la difunta Irene, en la fachada de Casa Diego, su casa natal.

Uno de ellos tuvo la fortuna de poder sobrevivir haciéndose el muerto y tres religiosos congoleses que había en el grupo tampoco fueron ejecutados, y es gracias a ellos que ha quedado el relato de aquellos momentos.

Posteriormente, además del esperado funeral en su pueblo natal, en Vidángoz, se hizo otro funeral en Peralta, donde ejercía de párroco su hermano Santiago y, posteriormente, el Arzobispo de Pamplona celebró una en la catedral una misa por las misioneras navarras fallecidas. Casi 7 años más tarde, una iniciativa del ayuntamiento hizo que se colocara una placa en recuerdo de Irene en la fachada de su casa natal, casa Diego. Y, por último, en 1994, con motivo del 30 aniversario de la muerte de Sor María de San Marciano, su hermano Santiago Pérez Goyeneche (Diego) publicó el libro “Irene: roncalesa, misionera, mártir” (1995, edición del autor), con el que relató la biografía de la difunta Irene.

A continuación, diversos recortes de prensa relativos a la muerte de Irene:

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