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Origen del órgano de Vidángoz

El órgano de Vidángoz, en el coro de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, es algo que para los bidankoztarras de hoy en día siempre ha estado allí, y seguramente la mayoría no se para a pensar desde cuándo existe. Pero, como tantos otros elementos de los que podemos encontrar en el templo, llegaron en un momento dado con un gran esfuerzo económico de los fieles.

Órgano de la iglesia de Vidángoz

Entonces, ¿cuándo se construyó el órgano de la iglesia de Vidángoz? Porque había que construirlo in situ, no se podía hacer en una fábrica y enviarlo en un camión… Así que nos tenemos que remontar a finales del siglo XVIII, concretamente a 1779, momento en que el organero Diego de Amezua comenzó a realizar el encargo. El montante total por el órgano debió de ser una cantidad considerable para la época y es por ello que el pago se realizó en diversos plazos comenzando en el mismo 1779 y alargándose hasta 1793.

La construcción del instrumento en sí debió de terminar, al parecer, en el año 1784, y en 1785 ya consta una partida económica para pago al maestro de niños (Pasqual Ramón Nicolao, que se encargaría del órgano los siguientes 56 años) en concepto de ‘organista’. No obstante, aunque el instrumento ya podía usarse, en la década siguiente se siguieron realizando mejoras en el mismo, toda una serie de remates o acabados que fueron terminando de configurar el órgano.

Así, entre 1790 y 1792 Joaquín Pardo Satués, natural de Zaragoza, realizó trabajos de pintado y dorado de la caja del órgano, naciendo, entre tanto, una hija suya en el pueblo.

En 1792 se realizó otro gasto cuya descripción no queda muy clara, pero que hace referencia al órgano, y dice ‘Hierros quebranto tosca’, labor que llevó a cabo Simón Mainz.

Detalle del órgano de Vidángoz

Los tres años siguientes se realizaron diversos ajustes relativos a la badana, los fuelles y las flautas del órgano, labor que parece que recayó en el entonces organista Pasqual Ramón Nicolao, quien también se encargaría pocos años después, en 1798, de ‘componer los fuelles del órgano’. De esta forma, el instrumento de la parroquia de Vidángoz quedó completo.

En ese estado, y con sus consabidas labores de mantenimiento periódico, siguió el órgano de Vidángoz hasta mediados del siglo XX, cuando, como los más mayores recordarán, sufrió la reforma más importante de su historia, que trataremos por su lado en otro apartado.

En cuanto al órgano en sí, los expertos señalan que es (o era) un ejemplar muy interesante y que algunos de los elementos que lo componen, como la corneta, la quincena y las mixturas, son particularmente bellas. Mención aparte debe de tener la caja del órgano, ‘de estilo rococó y neoclásico, con remates renacentistas y volutas barrocas’, que supone una curiosa mezcla de estilos.

Una lástima que el órgano actualmente se encuentre tan deteriorado, ya que, al menos en un tiempo no tan lejano, debía de ser de gran categoría…

Organistas en Vidángoz

A nosotros no nos resulta algo extraordinario, pero, por lo que se dice, parece ser que en el Valle de Roncal había un gusto especial por la música en la iglesia, un aprecio aparentemente mayor que en otros lugares. Esto hizo que los pueblos del valle, ya en el siglo XVIII, dotaran a sus respectivas iglesias de unos órganos de categoría.

Las siete villas, además, desde hace casi tres siglos se dotaron de un organista que hiciera sonar el instrumento, cargo que solemos asociar con el de secretario (secretario-organista, como se solía denominar desde finales del siglo XIX y el siglo XX), pero hubo un tiempo (hasta la década de 1860, más o menos) en que esa labor la realizaba el maestro de primeras letras, perfil con el que casa Paco el de Txestas, que ejerció como maestro en la escuela de Vidángoz en el curso 1961-1962.

Paco ‘el de Txestas’, en el órgano de la iglesia de Vidángoz.

Como decía el propio Paco o su hermano Enrique, a los hijos de casa Txestas los mandaban al Seminario por parejas, (‘como la guardia civil’, solían decir), y uno se quedaba y el otro se salía. Así, Paco fue de los que se salió, pero ya con cierto nivel de estudios, que fueron los que luego le llevaron a la docencia y también a aprender a tocar el órgano.

Más adelante veremos la historia del órgano, pero podemos decir que el de Vidángoz entró en funcionamiento en torno al año 1785. Desde entonces ha habido un montón de organistas de los que tenemos noticia, algunos de manera ocasional, que cronológicamente exponemos a continuación:

  • Pascual Ramón Nicolao (entre 1785 y 1841, natural de Garde);
  • Manuel Nicolao (1842-1851, Vidángoz [Anxelarna]);
  • Juan Pico (1852);
  • Benito Bustince (1852-1855, Ujué);
  • Eugenio Olejua (1860, Mendiliberri);
  • Simeón Larrea (1861, Idocin);
  • Francisco Aldave (1863);
  • Manuel Berro (1863-1866);
  • Santos Mainz (1865);
  • Isaac Garde (1870, Uztárroz);
  • Antonio Larrea (1871-1872, Sangüesa);
  • Pedro Belzunegui (1879);
  • Juan Irurzun (1885);
  • José Mariano Urzainqui (1882-1892, Vidángoz [Txestas]);
  • Eloy Beope (1890, Ochagavía);
  • Babil Urzainqui (1893-1896, Vidángoz [Kostiol]);
  • Félix Uztárroz (1898-1901);
  • Demetrio Ruiz de Azua (1901, Ciriano-Álava);
  • Estanislao Osés (1904, Arróniz);
  • Tomás López (1906);
  • Sabino Sola (1906-1908, Gallipienzo);
  • Francisco Zubiri (1909, Ezcároz);
  • Antonio Bonet (1911, Peralta de la Sal-Huesca);
  • Babil Ayestarán (1916-1935, Úcar);
  • Cesáreo Sanz (1935-1954, Vidángoz [La Santa]);
  • Francisco Hualde (1960-2018, Vidángoz [Txestas]);

¿Habrá sido Paco el último en hacer sonar el órgano de Vidángoz?

Otro homenaje

El final del verano del año pasado ‘la de la dalla’ se cebó agusto con Vidángoz y nos tocó ver marchar a unos cuantos bidankoztarras.
A uno de ellos, a mi padre, le brindé un pequeño homenaje en el número 30 de esta publicación. Y entre los demás, aunque cada uno/a se merecería un recuerdo, hay alguien que por su labor pública tenía una repercusión especial, y no es otro que Paco el de Txestas, que durante más de medio siglo puso música a tantas celebraciones religiosas tocando el órgano de la iglesia, ese instrumento ya anciano cuyos defectos conocía Paco como la palma de su mano y sorteaba elegantemente.
Aprovecharemos, pues, las entradas que se publicarán a continuación de ésta para conocer más a fondo el órgano de la iglesia de Vidángoz, los devenires del apellido Hualde en nuestro pueblo y muchas más historias que seguro que a Paco le habrían sonado a música celestial.

Las cartas de Mariano Mendigacha (III)

En la carta del 7 de agosto con la que acababa el anterior número Mariano terminaba mencionando que, a petición de Azkue, había contactado con el organista para ver si éste sacaría las partituras de antiguas canciones de Vidángoz, de cuando el Uskara aún era la lengua de uso común. Un ejemplo de ellas es la que va al final de este apartado.

Pelea

Pelea

En la siguiente carta, del 20 de agosto, no aporta mucha información, pero relata cómo le contaba su madre, Melchora Ornat (Ornat) que, “en su juventud los mozos de aquí hacían dos cuadrillas; una los viejos y otra los jóvenes; siempre dicen que estaban reñidos, los viejos con los jóvenes; como los viejos podían más que los jóvenes, dicen que todas las fiestas los molían, blanqueaban a palos; de esa forma dicen que les metían el miedo, pues no salían de la casa en la que se reunían; dicen que iban los viejos, a la puerta de la casa en que estaban los jóvenes, a cantar lo que querían; después para despedida, dicen que cantaban la canción que le envío adjunta.

Después, con el tiempo dicen que vencieron, los jóvenes sobre los viejos; y dicen que fueron a la puerta de la casa en que estaban los viejos”, a cantar la canción que se expondrá a continuación, en Uskara, y que se titula “Goazen, goazen kebentik” (“Vámonos, vámonos de aquí”). Traducida la letra al castellano vendría a decir: “Vámonos, vámonos de aquí, por medio de la villa, a pesar de estos mocetes jóvenes, por donde queremos. Salid, mozos viejos, salid a la calle y habéis de aprender el lenguaje de nuestros palos. No saldréis, no, pues tenéis metido el miedo de que nuestros palos han de ser blanqueados (pelados) en vuestras espaldas”.

Como se ve, había una rivalidad “sana”. Para la próxima entrega, Mendigacha dice que se acordará de hablar de pinos y abetos y demás árboles que hay en Vidángoz. Veremos pues.

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