Las historia da muchas vueltas y en ella se dan cantidad de circunstancias que hacen variar la realidad de un pueblo en muchos aspectos. En este número prestaremos atención al tema del poblamiento de Vidángoz en la historia, al celebrarse este año aniversarios redondos de diversos documentos históricos de esta índole: El libro de fuegos de 1366 (hace 650 años), una matrícula parroquial de 1816 y el catastro de 1916.
Estos listados que se fueron redactando en diversos momentos a lo largo de la historia tenían una finalidad recaudatoria, no se trataba de otra cosa que de saber cuántos vecinos había en un pueblo para saber cuánto había de recaudarse en el mismo (en el caso de la matrícula parroquial se trataba de tener constancia de las “almas que poblaban Vidángoz”, pero no hay que perder de vista que en estos tiempos todavía se entregaban a la iglesia tanto diezmos como primicias).
El primero de ellos, el de 1366 es el segundo listado nominal de propietarios de casas en Vidángoz de la historia (el primero era de solo 16 años antes). En aquel momento Vidángoz era un pueblo de 30 fuegos (equivalentes a casas o familias), a cada uno de los cuales se suele atribuir 5 personas, por lo que podemos decir que en aquel entonces vivían en el pueblo unas 150 personas. Tal vez nos parezca poco, pero era el tercer mayor pueblo del valle en aquel entonces, solo por detrás de Isaba y Burgui (e igualado con Uztárroz).
En 1816, cuatro siglos y medio después, la situación bien diferente, y en aquel entonces contaba con 67 casas y muy cerca de su máxima población histórica (casi 400 habitantes).
Y en 1916 la situación se mantenía similar a la de un siglo antes, con 69 casas y 439 habitantes de hecho.
A tenor de lo que indican los documentos, y sin tener en cuenta las dos últimas décadas, podría decirse que el número de casas en Vidángoz apenas ha cambiado en los últimos 500 años, cuando se indicaba que en Vidángoz había 73 casas. La población del pueblo, no obstante, fue fluctuando con el tiempo, sacudida periódicamente por pestes y guerras diversas, de forma que parecía regularse naturalmente la cantidad de gente que el pueblo podía mantener.
Estos documentos, además, nos muestran cómo algunos de nuestros apellidos existen y se mantienen en nuestro pueblo (o perduran como nombres de casas) desde antes incluso de que empezaran a heredarse (hacia el siglo XV): Maxterra, Esparz, Ezquer, Eliçalte, Landa, Périz, Algarra, Sanz, Gayarre, Ybaines, Erlanz, Gambra…