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Sobre el nombre Paxapán

La casa que tratamos en esta ocasión tiene un nombre digamos que curioso, cuanto menos: Paxapán. Tiene esa pronunciación con “x” (sonido /sh/) tan característica del habla tradicional de Vidángoz y que también se puede oír en otros nombres de casa como Mux, Lixalte, Pexenena, Monxón… Pero, ¿de dónde viene el nombre Paxapán?

Seguramente se trate de un apodo, pero el intríngulis del asunto debe de estar en su origen: ¿Vendrá de alguien que decía mucho “Pasa pan”, como aventuraba algún mayor del pueblo? Puede ser, pero parece una explicación demasiado simple.

Juankar López-Mugartza en su artículo “Erronkaribarko oikonimia, mitoak eta elezaharra” ofrecía otra explicación curiosa: Paxapán, con otra pronunciación Paxabán, podría estar relacionado con la frase con la que se sella el Tributo de las Tres Vacas: Pax Avant.

Por último, plantearé mi propuesta, y es que el nombre esté relacionado con un tal Celestino Pasamán, natural de Olorón y que residió en Vidángoz hacia 1863 no sé exactamente con qué empleo, tal vez herrero, boyero, u otro oficio por el estilo. El caso es que en las pocas ocasiones en que se le menciona unas veces consta como Pasamán, otras como Masapán. Pasamán, Masapán… ¡Pasapán! En cualquier caso, tampoco queda claro que ocupara la actual casa Paxapán o la antigua (hoy Elizarena) y, como suele pasar, creo que nos quedaremos con las ganas de saberlo.

De cómo empezó todo esto

Corría la primavera-verano de 2011 y para entonces ya llevaba yo unos pocos años sumergido en la investigación sobre Vidángoz. En 2006 había empezado a indagar en mi genealogía propia, en mi historia familiar, pero esta investigación pronto se reorientó hacia la genealogía de todo el pueblo. Encontré la gran labor realizada por el difunto párroco Don Nicolás Iribarren, pero, al mismo tiempo, me topé con importantes lagunas, lo que me hizo tomar la decisión de empezar a armar la genealogía del pueblo “desde cero”, aunque con la ayuda de algunos de los documentos elaborados por aquel cura salacenco.

Por aquella misma época, digamos 2006-2007, también había empezado a profundizar en el estudio de la etnografía roncalesa, preparando incluso algunas encuestas que pretendía realizar sobre diversos temas, si bien, en aquel momento no pude ponerlas en práctica.

Portadas de varios boletines de Bidankozarte

También empecé a trabajar, siquiera someramente, diversos aspectos de la toponimia, y en alguna ocasión recurrí a la ayuda de un experto en toponimia en general y de la de nuestro valle en particular (por haber realizado su tesis doctoral sobre aquel tema): Juankar López-Mugartza.

Fue el propio Juankar quien, sin saberlo, me dio el empujón definitivo que desembocaría en la puesta en marcha de todo esto: en 2009 me comentó que se quería realizar un estudio sobre los nombres de las casas de los valles pirenaicos navarros, pero, en el contexto de crisis que vivíamos, se iba a realizar por medio de voluntarios, y me preguntó si me animaría a realizar lo relativo a Vidángoz. Realmente, en 2008 yo ya había realizado un plano de Vidángoz con los nombres de casa que conocía, pero ese proyecto hizo que, por un lado, empezara a analizar más documentación y, por otro, empezara a entrevistar a gente mayor de Vidángoz sobre ése y otros muchos temas.

Y llegado 2011 vi que había acumulado mucha información que merecía la pena ser compartida con el resto de bidankoztarras que tuvieran curiosidad en conocerla y, para ello, tomé como modelo el boletín La Kukula que se publicaba en Burgui desde 2004, pero con un estilo propio. Y así, por San Agustín de 2011 llegó el nº 1 de Bidankozarte

Desde entonces he ido boletín a boletín, sin marcarme grandes metas, pero poco a poco, han ido saliendo adelante muchos temas, como veréis.

Don Crisanto Pasquel, el bidangoztar

El texto que podéis leer a continuación está escrito por Juankar López-Mugartza, profesor de filología vasca en la Universidad Pública de Navarra y cuya tesis doctoral trató sobre la toponimia de los valles de Roncal y Ansó (Erronkari eta Ansoko toponimiaz, Euskaltzaindia, 2008). En la realización de aquella tesis contó en Vidángoz con la ayuda de Crisanto Pasquel, de quien guarda un grato recuerdo. Le solicité unas líneas en su memoria y esto es lo que le dedicó:

Un lunes, 27 de marzo de 1995, llegué a Vidángoz. Acababa de comenzar la primavera, o así decía el calendario, pero aún reinaba el frío del invierno; sin embargo, era un día hermoso, soleado, un día brillante, de esos que son deliciosos para pasear y perderse en las calles. Y así me ocurrió a mí, que me perdí por las calles de Vidángoz sin poder encontrar la puerta de casa Paskel.

Y entonces allí vi al hombre, que estaba en su portal, tardado, esperándome. Le pedí disculpas, había llegado a tiempo al pueblo pero luego estuve dando vueltas durante un tiempo y de ahí el retraso.

Se llamaba Crisanto Pasquel Ornat. Me recibió muy bien en su casa; tomamos una copa de pacharán y empezamos a hablar, y así fue el primero de muchos otros días de investigación. Como él me dijo, había trabajado mucho, almadiero, leñador, catastrista… “He trabajado todo lo que está relacionado con la madera: el hacha, hacer leña en el monte, sacarla de todas las maneras que se empleaban: con mulas, algo con el tractor últimamente, con la motosierra… Conozco hasta el último rincón del Roncal, he estado en Garde 16 años, desde que tenía 12 en Urzainqui hasta la guerra, es decir, hasta que cumplí 18 años…“.

Me dijo que en Vidángoz hasta hace poco se hablaba en euskera, que había conocido a mucha gente que sabían euskera, aunque hoy en día todos se habían ido de este mundo. Pero sí, en la toponimia aún estaba viva la huella del euskera. Y me comentó que en el lugar llamado Astuamendi hubo burros en otro tiempo y que Atablanda no era un lugar blando, no era “blanda”, sino Atabe landa, es decir, “la tierra/el campo debajo de la atea (puerta)”, porque la puerta del pueblo está abajo. Los que sabían euskera sabían bien lo que significaban esos nombres.

Crisanto sabía también mucho de la vida de los almadieros. Aquí se hacían almadías estrechas, porque en el río de Vidángoz no se podían cargar apenas 3,50 o 3,80 metros, es decir, cuando decimos aquí cargar estamos hablando de la anchura de la almadía, no del peso que puede soportar. Luego, en el río grande (el Eska) sí se podían cargar entre 4,20 o 4,50 metros, podía ser demasiado, sí, pero cargar, cargábamos, aunque el nuestro era un río muy estrecho y malo.

Mucha madera se bajaba del monte de Uztárroz, del monte de Esparza, y, fíjese, desde allí la traían a unir en el atadero. A la Foz de Arbaiun le tenían un miedo tremendo, pero nosotros no. Por esa borda que tenemos en Armuskoa bajábamos la madera a enganchar a Igal. La madera se barranqueaba, es decir, tirabas la madera al río (barranco) y barranqueabas bajando hasta Igal y allí mismo, en Igal, la atabas y de allí a Arbaiun. Desde aquí, mi padre, el tío Felipe de Hualderna, el tío Juan de Sacristán, y algunos pocos más serían los bidankoztarras que bajaban de Arbaiun, pues la mayoría de la gente bajaba del otro lado: había un camino que llamaban el Camino de la Cuesta, y se aprovechaba. ¡Mira qué vida… la del “almadeo”…!

Para cuando se traía la madera aquí… si había nieve, se aprovechaba el hielo y la nieve porque la madera resbalaba bien; pero no habiéndola, nos quedábamos en las bordas con las mulas y si salía un día en que podíamos trabajar, entre otras cosas cortando verguizo y haciendo barrenos, juegos, trancas y remos… lo mismo si llovía que si echaba tormenta, o cualquier cosa… ¡no podías estar quieto!

Hombre humilde y sabio era Crisanto. Lleno de fuerza. Aprendí de él la importancia del trabajo bien hecho.

Juankar López-Mugartza

Estudios de toponimia

Portada del cuaderno de Toponimia y Cartografía de Navarra (Gobierno de Navarra, 1993) correspondiente al valle de Roncal

En la última década del siglo XX se realizó un gran trabajo en Navarra por la recopilación, documentación y cartografiado de la toponimia, bajo la dirección de José Mª Jimeno Jurío. Con los materiales resultantes de ese trabajo, el Gobierno de Navarra publicó en 1993 la serie de libros titulados Toponimia y cartografía de Navarra. En el dedicado al valle de Roncal hay una sección dedicada a Vidángoz en la constan como informantes Crisanto, Luci y Tomás, padres e hijo de casa Paskel.

Poco después, en 1995, empezó a recabar datos sobre Vidángoz para su tesis sobre la toponimia roncalesa y ansotana Juankar López-Mugartza, quien encontró en Crisanto un gran colaborador. Un resumen de su tesis fue publicado como libro por Euskaltzaindia en 2008 bajo el título Erronkari eta Ansoko toponimiaz. Este trabajo, además de completar el anterior en algunos sentidos, tiene de interesante que en una de sus secciones recoge los comentarios que sus informantes daban sobre los topónimos  sobre los que trataban: el significado de los nombres, referencias sobre su ubicación, comentarios etnográficos, anécdotas… Un capítulo muy enriquecedor del que la única pena que nos puede quedar es que no haya más testimonios como este del abuelo de Paskel.

La toponimia, pues, otro campo en el que el legado de Crisanto es impagable.

Investigando la oiconimia

Hace once años y medio que empecé a entrevistar a la gente mayor de Vidángoz con objeto de estudiar la oiconimia (los nombres de las casas) de  nuestro pueblo.

La segunda de aquellas entrevistas fue con Crisanto Pasquel, a quien tenía por alguien cercano, accesible, en parte por ser el abuelo de mi amigo Mikel. Desafortunadamente, para entonces su salud ya no era buena y cuando lo entrevisté tenía un día regular, pero con la ayuda de Luci el encuentro fue bastante fructífero. Casualmente, y como me ocurriría con algun@s otr@s de los mayores de Vidángoz que entrevisté, poco tiempo después de estar con él, falleció, como si tras aquella conversación ya hubiera cumplido con su cometido.

Crisanto en una grabación realizada en su casa en torno al año 2000

Como decía, Crisanto murió menos de dos meses después, justo la víspera de la primera reunión sobre el estudio de la oiconimia en el Pirineo navarro, estudio que coordinaba Juankar López-Mugartza, quien tuvo en Crisanto un estrecho colaborador en la realización de su tesis doctoral sobre la toponimia roncalesa  y cuyo recuerdo sobre el abuelo de Paskel podéis leer en la página 3 de este boletín.

Crisanto fue una de las fuentes más importantes que tuve en el estudio de la oiconimia, aportándome algunos nombres que prácticamente ningún otro mayor de Vidángoz recordaba o pudo decirme. Algunos de ellos, como casa Kanttero (casa hoy desaparecida que quienes conocieron denominaban casa Meltxor o casa vieja de Pelairea y que hoy es un huerto pegante a casa Montxonena), casa Orduna (nombre antiguo de casa Landa) o casa Murri (nombre que anteriormente recibía la también desaparecida casa Garín o casa Montes, junto a casa Xoko), solo los oí de él y de alguna otra persona mayor como Valentina Landa [Arriola / Landarna / Llabari] que contribuyeron a confirmar dichas denominaciones.

En otros casos, como casa Loperna (lo citaba Crisanto como uno de los nombres antiguos de casa Diego), casa Rotxena (según él, nombre antiguo de casa Garro) o casa Garatea (nombre que tendría antiguamente casa Remendia, antes llamada casa Matías), no hubo quien confirmara dichos nombres.

Sea como fuere, queda claro Crisanto fue de gran ayuda en este estudio sobre los nombres de las casas de Vidángoz.

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