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Mendigacha y el bien común

El mucho dinero obtenido por el Valle de Roncal no se administraba bien, según Mendigacha.

Uno de los detalles que definen la imagen que tenemos de Mariano Mendigacha es un análisis suyo sobre el dinero que obtenía el valle de Roncal con la venta de madera y el destino de aquel capital. En su carta del 1 de marzo de 1904 deja clara su opinión y señala por un lado que la elevada deuda se debe a la construcción de la carretera y a la última guerra carlista (terminada casi treinta años antes) y por otro que, ‘aunque el valle podía ser rico, falta mano de obra, hay una mala administración y el dinero queda solo para unos pocos ricos’. Es una buena muestra de la manera de pensar de Mariano, pero no es la única que podemos encontrar.

Las actuales campanas de la iglesia de Vidángoz, procedentes de una refundición más reciente que la tratada en este artículo.

Otra ocasión en la que Mendigacha se muestra quejoso con la actitud de las autoridades y, de hecho, también planta cara por considerar que el patrimonio común puede verse afectado tiene lugar en 1891. En aquel año, por lo que se ve, una de las campanas de Vidángoz no sonaba bien y necesitaba ser reparada. No nos equivoquemos pensando que la campana era un asunto menor: entonces servía para convocar a junta al Ayuntamiento, para avisar de un incendio, para tocar a muerto (y de manera diferente si el difunto era hombre, mujer o niño…)…

No había entonces camiones ni nada parecido, por lo que, si Mahoma no va a la montaña… Así, tenía que venir un maestro campanero al pueblo y rehacer la campana in situ. Y digo bien, sí, rehacer, porque había que fundir la campana y hacer la nueva. Y para fundir una campana hacía falta un fuego muy intenso y, por tanto, mucha leña. Así, suponemos que se habría hecho algún vecinal o auzolan y se habría picado la leña necesaria y algo más, por si acaso.

Hasta aquí todo correcto: se picó la leña, vino el campanero, se fundió la campana, se hizo la nueva, habría quedado bonita (suponemos, porque las que hay actualmente proceden de una fundición posterior) y creemos también que el campanero habría cobrado lo acordado y todos contentos. Pero… tenía que haber un pero y éste tiene a Mariano de por medio.

La leña que sobró de la picada para fundir la campana fue vendida por el alcalde, Pedro Hualde [Rakax / Navarro], pero nuestro Mariano no las tenías todas consigo de que se había hecho de la forma correcta y lo demandó por usurpación. Parece que la corrupción no es nada nuevo…

El asunto fue a juicio y allí, pese a las sospechas de Mendigacha, el alcalde mostró la documentación del Ayuntamiento donde constaba que el dinero obtenido de la venta de leña había sido ingresado en las arcas municipales. Y Mariano, satisfecho con las explicaciones, se allanó.

La herrería de Vidángoz fue recuperada para el uso vecinal siendo Mariano Mendigacha alcalde en 1867, tras haber sido privatizada años antes.

Por último, citaremos otro caso donde que queda clara la forma de pensar y de obrar que tenía Mendigacha. En este caso nos remontaríamos a 1867, cuando Mariano era alcalde de Vidángoz. En la década anterior la Hacienda española había iniciado una desamortización que había afectado particularmente a los bienes comunales, en el caso de Vidángoz, se habían tenido que vender varias fincas, el molino, el horno y la herrería. Pues bien, vista la importancia que tenían para los bidankoztarras estos bienes recientemente privatizados, Mendigacha, como alcalde, encabezó la recuperación de la herrería (los otros bienes ya se habían recuperado) por medio de una oferta económica al herrero Ángel Arriola [Garaioa / Arriola] que éste aceptó.

De esta forma se recuperó lo que décadas más tarde sería uno de los bienes raíces de la denominada Sociedad el Molino y fincas anejas, que permitiría a los vecinos seguir disfrutando de servicios básicos y no se vería afectada de haber futuras desamortizaciones.

Subasta del horno y la herrería municipales (1862)

Hace 150 años, en 1862, también debían de correr malos tiempos en lo económico. Cómo de mal, cómo de arruinado estaría el estado, cuando decidió desamortizar los bienes municipales y clericales, como forma de “hacer caja”.

Realmente este proceso, conocido como desamortización de Madoz (el ministro de Hacienda de aquel momento), se inició en 1855, pero la venta de los bienes expropiados se alargó hasta finales de siglo.

Descripción del horno en el expediente para la subasta

Descripción del horno en el expediente para la subasta

El caso es que en el otoño de 1862, el Boletín Oficial de Ventas de Bienes del Estado en Navarra subastaba el horno y la herrería de Vidángoz. Tanto estos bienes como el molino se mantuvieron en manos de bidangoztarras, y se trató de preservar su uso común para todos los vecinos.

El molino no figura en la mencionada subasta de 1862 porque se había vendido anteriormente, en 1859. En este caso no fue una subasta del estado sino una venta particular del ayuntamiento, según parece, haciendo una triquiñuela para asegurarse de que el molino quedara en manos de los bidangoztarras. Decía el ayuntamiento que el molino amenazaba ruina y no se contaba con los recursos para arreglarlo y, además, había que hacer frente a una deuda relativa al mismo. Se tasó y licitó en subasta, siendo el comprador fue Diego Pérez (Diego), que en otro documento inmediatamente posterior al de la compra del “molino arinero, los montes o pacos de Maricalda, Seseta, Vilasco, Ygariarena y paco de Ansegurnea o Abetal”, deja constancia ante notario de que fue ayudado por una serie de personas (menciona a los que son, seguramente, todos los cabeza de familia de Vidángoz) y por ello quedan con derecho a usarlo.

Expediente relativo a la herrería

Expediente relativo a la herrería

Algo similar sucedió con la herrería, comprada en la subasta de 1862 por Mariano Mendigacha (Mendigatxa), y que dispuso en escritura pública en 1877 que lo cedía para uso del vecindario de Vidángoz a condición de que se mantuviera con uso de herrería.

Y por último, los hornos fueron adquiridos en 1877 por Braulio Urzainqui (Txestas), que al igual que los bienes anteriormente mencionados, se disfrutaban en régimen común.

Así, podría decirse que la desamortización de Madoz vino a ser el punto de partida de la Sociedad del Molino y Fincas Anejas, cuyas tres propiedades principales vinieron siendo las descritas en este artículo… si no fuera porque la mencionada Sociedad se constituyó formalmente en 1906, casi medio siglo después de los hechos descritos.

De lo ocurrido en ese periodo y de otros acontecimientos relativos a la Sociedad del Molino hablaremos más largo y tendido en otra ocasión.

Casa Xereno

En esta ocasión trataremos casa Xereno, que tradicionalmente y en el sentido en que se realizaban los listados referentes a Vidángoz, era la primera casa del barrio Iribarnea por la que se pasaba.

El barrio de Iribarnea (que como indicaba en el número anterior viene a significar “lo de abajo de la villa” o “la parte baja de la villa”) agrupaba algo más de 20 casas entre las que se incluían las casas situadas en el paraje del castillo.

Cabe reseñar que en este barrio se encontraba la herrería (para herrar a las caballerías), la muela (para afilar), la casa del Secretario y la ermita de San Miguel. Además, casa Santxena ejerció durante bastante tiempo de posada y estanco.

En cuanto a la casa que nos ocupa, el hecho de que no haya llegado una sucesión familiar de los habitantes primigenios de esa casa hasta nuestros días dificulta el poder conocer la historia de la casa. Recientemente encontré un mensaje de una nieta de uno de los últimos nacidos en casa Xereno de la familia que era originaria de la casa, pero de momento no he conseguido contactar.

Casa Xereno

Casa Xereno

Así, lo que conocemos de la historia de la casa es que los últimos descendientes de la familia originaria de esta casa emigraron a Argentina, donde alguno de la casa ya había probado fortuna a principios del siglo XX, con buenos resultados, al parecer.

En el periodo de tiempo entre que la dejó la familia nativa y la compraron los actuales propietarios (familia Sanz-Artuch) fueron inquilinos en esta casa la familia Arbizu-Salvoch, entre 1943 y 1951, antes de comprar casa Arotx (actual casa Arbizu) y posteriormente, cuando se realizaron las obras de traída de aguas, algunos de los trabajadores venidos de Ávila también se alojaron en esta casa.

El 4 de diciembre de 1973 un incendio declarado en la vecina casa Landa (actual casa Martín) arrasó la casa en apenas 2 horas, cuando en el interior se encontraban el matrimonio formado por Salvador Sanz (Arguedas/Xereno) y Paula Artuch (Largotena/Xereno) y tres de sus hijas, que apenas pudieron salvar unos pocos enseres.

Posteriormente, se construyó la casa Xereno que conocemos actualmente.

Por lo que respecta al nombre, Xereno, desconozco su origen, que probablemente fuera el apodo dado a alguno de la casa, y tampoco he encontrado testimonios sobre a quién podía hacer referencia. Cabe reseñar la “X” inicial tan característica en la pronunciación de los nombres de algunas casas de Vidángoz (Xapatero, Xoko, Paxapan, Pexenena, Mux…).

Además del nombre Xereno, algunos de los mayores entrevistados indicaron que, durante algún tiempo, también se hacía referencia a la casa con los nombres de casa Bertol y casa Zazu.

El primer caso, Bertol, fue un nombre que algunos le dieron durante un breve periodo de tiempo, y que es debido al nombre de la casa de origen de Eugenio Glaría Aznárez, de casa Bertol de Burgui, que se casó en 1927 con Fermina Zazu Fuertes (Xereno). Este nombre se habría usado desde 1927, cuando se produjo el matrimonio, hasta 1939-1940, cuando al parecer emigró la familia Glaría Zazu a Bahía Blanca (Argentina).

El segundo nombre, anterior en el tiempo, casa Zazu, también hace referencia al apellido de Francisco Zazu (Anxelarna), que se casó con Mª Josefa Fuertes Urzainqui (Xereno) en 1895. Casa Anxelarna, como explicaremos en su momento, era una pequeña casa que se encontraba en la parte de arriba de lo que hoy es casa Calderero.

Antes que éstos fueron dueños de la casa Ángel Fuertes Salvoch (Fuertes), casado con Fca. Manuela Urzainqui Mendigacha (Xereno) en 1859. Y en la generación anterior, el matrimonio dueño de la casa era el formado por Juan Antonio Urzainqui Labiano y Mª Isidora Mendigacha Martín (en este caso todavía no sé identificar quién era de la casa y de dónde venía el cónyuge). El apodo “Xereno” se lo darían a alguno de estos hombres o, menos probablemente, a sus hijos, pero no tenemos forma de asegurarlo.

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