Posts Tagged ‘Guerra de la Convención’

Casa Ferniando

Casa Ferniando, en la calle Ecuador de Vidángoz (antiguo barrio de Iribarnea)

Casa Ferniando, en la calle Ecuador de Vidángoz (antiguo barrio de Iribarnea)

La casa del barrio de Iribarnea que estudiaremos en esta ocasión es la denominada casa Ferniando.

Lo primero que nos llamará la atención de esta casa es su propio nombre, que suponemos que proviene de algún Fernando pero que, tal vez por cómo él mismo lo pronunciaría, se convirtió en Ferniando (o Ferñando). Pero, ¿a qué Fernando nos referimos y cuándo vivió?

Pues la respuesta es Juan Fernando Urzainqui Salvoch, nacido en esta casa en 1808 y fallecido en 1876, y cabeza de familia desde que se casó en diciembre de 1843. Esto quiere decir que la posible  reforma o reconstrucción de la casa que la fachada data en 1841 la habrían realizado su madre y su padrastro (su padre, como podéis ver más adelante, falleció cuando Fernando tenía apenas 2 años). Pero antes de entrar en este capítulo, vamos a hilar la genealogía de la casa desde los últimos Ferniando: Felipa y Don Manuel.

Javiera Hualde [Navarro / Ferniando] y Gorgonio Urzainqui [Ferniando], último matrimonio que habitó casa Ferniando.

Javiera Hualde [Navarro / Ferniando] y Gorgonio Urzainqui [Ferniando], último matrimonio que habitó casa Ferniando.

Estos hermanos Urzainqui Hualde eran hijos de Gorgonio Urzainqui Recari [Ferniando] y Javiera Hualde Mainz [Navarro / Ferniando] y nietos de Martín Urzainqui Gárate [Ferniando] y Felipa Recari Glaría [Maistozarra de Burgui / Ferniando], siendo este abuelo paterno hijo del Fernando Urzainqui que da nombre a la casa. Así pues, ya hemos unido a quien da el nombre a la casa y a los últimos Ferniandos que conocimos.

De Fernando hacia atrás, la historia familiar se complica un poco más. Como indicaba, la madre de Fernando, Catalina Fermina Salboch Glaría [Salbotx / Ferniando] enviudó cuando éste tenía apenas dos años, en 1810. No había mejor momento para perder a su marido: con tres hijos de entre 10 y 2 años, con el suegro de casi 60 años en casa, en plena Guerra de Independencia (1808-1813) y en un pueblo que todavía se andaba recuperando de la reciente Guerra de la Convención (1793-1795). Así que, cuando se pudo, en 1816, volvió a casarse, con el también viudo Josef Ramón Ustés Erlanz [Burgui / Lixalte / Ferniando], quien pasó a vivir a casa Ferniando con la única hija que le quedaba de su primer matrimonio y que posteriormente heredaría casa Lixalte. La nueva pareja no tuvo descendencia.

Escudo del valle de Roncal en la fachada de casa Ferniando de Vidángoz.

Escudo del valle de Roncal en la fachada de casa Ferniando de Vidángoz.

Así que parece que a este matrimonio corresponde la reforma que dio lugar a la casa Ferniando que conocemos, que cambió la puerta principal del callejón que da a casa Ornat a la actual calle Ecuador, y que se realizó en 1841 como indica la actual fachada, en la que consta el único escudo del valle de Roncal en su forma actual que hay en una casa de Vidángoz. Probablemente también en esta época comenzaría el esplendor de la casa como ganaderos que les hizo ser de las casas principales del pueblo hasta mediados del siglo XX.

Y lo que ya no podemos asegurar es cómo fue la transmisión de la casa desde los abuelos de Fernando Urzainqui hacia atrás, no sabemos si llegaron ellos ‘de herederos’ a la casa o tal vez alguna generación anterior, pero lo que está claro es que entre 1726 y 1810 se interrumpió la transmisión familiar de la misma, ya que no hay relación de parentesco entre los dueños en el apeo de 1726 (seguramente Domingo Portaz, que parece que no dejó descendencia en Vidángoz) y los abuelos de Fernando (Juan Ángelo Urzainqui Bronte y Juana Theresa Sanz Hualde).

Pues hasta aquí ha llegado la historia de casa Ferniando, familia que, como cualquier otra, no siempre lo tuvo fácil y que, como hemos visto, también tuvo que superar épocas difíciles para poder salir adelante.

Balance de la Guerra de Independencia

En 1817, cuatro años después del final de la Guerra de Independencia (1808-1813), en Navarra todavía andábamos haciendo balance de la guerra. En aquel año, el valle redactó un documento titulado ‘Relación dada por el Valle de Roncal de los individuos que se alistaron en la División de Navarra durante la Guerra de la Independencia y de los acontecimientos de la misma‘, donde encontramos varios datos concretos sobre la participación de bidankoztarras en aquella contienda.

Título del documento original [Archivo General de Navarra, Reino > Guerra > Leg. 21 > Doc. 11

En líneas generales, al analizar los documentos llama la atención la escasa participación que tuvo Vidángoz en el conflicto, muchos más baja que la de cualquier otro pueblo del valle. Así, de los 124 soldados roncaleses que tomaron parte oficialmente en la guerra, solo siete eran de nuestro pueblo: Lorenzo Vidart Urzainqui [actual La Santa], Luis Ximénez Urzainqui [Zinpintarna], Calixto Navarro Urzainqui [Danielna], Juan Antonio Malli Urzainqui [Malli, casa que sería el denominado ‘garage de Arlla’ o incluso el trozo de casa entre éste y casa Rakax], Francisco Calvo Carrica [actual Escuela], Aniceto Ximénez Urzainqui [Zinpintarna] y Salvador Villanueva Hualde [Santxena]. Además ninguno de ellos tenía la categoría de oficial (en el resto de pueblos del valle había más de uno en todos ellos) y la guerra terminó con los tres primeros fallecidos, el cuarto continuando su carrera militar (era sargento en 1817) y los tres últimos estaban retirados. Lógicamente, nuestro pueblo también fue el que menos bajas humanas padeció entre las villas del valle, a mucha distancia del siguiente, Garde, con siete fallecidos y nada que ver con los 14 muertos que hubo tanto en Burgui como en Uztárroz.

Grabado que muestra la emboscada de los roncaleses sobre el ejército imperial francés en el término de La Botxuela, en Burgui [Fuerte: estella.info]

En una parte del documento se relatan diversas acciones de la guerra desde el punto de vista de los roncaleses, y aunque hay muchos detalles curiosos, a mí me ha llamado poderosamente la atención el hecho de que, al hilo de la acción que tuvo lugar en el término de La Botxuela, en Burgui, se mencione que junto con los roncaleses había luchando treinta soldados rusos.

En el capítulo de saqueos parece que Vidángoz también salió bastante airoso, siendo la segunda villa del valle menos afectada, solo por detrás de Garde y muy lejos de las incendiadas Burgui e Isaba.

Otro hecho curioso es que consta que en Vidángoz los franceses quemaron una casa, solo una (y no sabemos cuál), cuando quemaron Burgui e Isaba por completo, 17 casas en Urzainqui y 14 en Roncal.

Lo que sí que parece que afectó  a Vidángoz de manera importante fueron las requisas de ganado, donde los franceses aprehendieron 2.500 ovejas (cantidad solo superada en Isaba y Urzainqui) y ocho vacunos/caballerías (solo superado en Burgui y Roncal).

Y además de esto, hay que añadir lo que se pagó en la capitulación (rendición) del valle… Consecuencias de una guerra desastrosa para todos, y de la que nuestro valle en concreto tardó mucho en recuperarse, no solo de reconstruir los pueblos incendiados en su totalidad (Burgui e Isaba) o parcialmente (Urzainqui y Roncal), sino que tras seis años de enfrentamientos y de miseria tocaba su consiguiente posguerra, y ocho años después de este conflicto, el valle vivió y fue lugar de creación de una de las facciones (la División Real de Navarra se formó en Uztárroz) y también sede de contiendas (el primer combate de esta guerra fue en Vidángoz) en la Guerra Realista (1821-1823). Este conflicto bélico, además, se diferenció de la Guerra de Independencia y de la anterior contienda, la Guerra de la Convención (1793-1795) en que en este caso no se combatía «contra el invasor» francés, sino que ya se trataba de dos facciones en un mismo país, por lo que podría considerarse guerra civil. Y por si todavía no habían tenido suficiente, una década después vendría otra guerra civil, la I Guerra Carlista (1833-1839), todavía más cruenta.

Bueno, esto ha sido lo tocante al balance que hizo el valle de su participación en la Guerra de Independencia, de donde he resaltado lo tocante a nuestro pueblo. En otra ocasión, daré cuenta de otro documento estadístico de aquel mismo año (1817) en el que tendremos noticia del Vidángoz del día a día de hace 200 años: Cuántos vecinos, cuántas tierras de labor, producciones del pueblo, servicios, etc…

El escudo de un bidankoztar en Pamplona

En algunas ocasiones, en nuestras casas o en casa de algunos conocidos, podemos encontrar los escudos asociados a nuestros apellidos. En la mayoría de los casos esos blasones poco o nada tienen que ver realmente con nuestro apellido o, más concretamente, con nuestra familia.

Los escudos están relacionados con la nobleza de la familia, entendiendo por ello una categoría social que conllevaba una serie de privilegios, como por ejemplo la exención del pago de diversos impuestos o de la realización del servicio militar.

Escudo de armas del Valle de Roncal, según consta en el Libro de Armería del Reino de Navarra

Dicho esto, es obligada la siguiente pregunta: ¿somos nosotros, los bidankoztarras o nuestras familias, nobles? La mayoría pensaríais que no, que en estos pueblos no hay ni seguramente habrá habido apenas nobles, teniendo en mente duques, condes y demás títulos nobiliarios. Pero la sorprendente respuesta a esto es que casi hasta mediados del siglo XIX todos los vecinos de Vidángoz y del valle de Roncal (entendiendo por vecino aquel que tenía derechos como tal y no era un mero residente) eran nobles a resultas del privilegio de hidalguía colectiva concedido en 1412 por el rey Carlos III de Navarra, privilegio que se apoya en los concedidos en tiempos de las guerras contra los musulmanes por el rey Fortún García (entre los años 783 y 804) y por Sancho I (822), tiempos en los que los roncaleses ganaron también el derecho a goce de las Bardenas Reales de Navarra.

Así pues, todos los roncaleses eran nobles pero, ¿qué escudo les correspondería si eran familias muy diversas? Pues, a efectos de esta nobleza y tal y como indica el Libro de Armería del Reino de Navarra, el Valle de Roncal se comporta como una única casa solariega, y su escudo es uno para todos sus vecinos.

Escudo de armas del Valle de Roncal, según el ‘Armorial navarro’ de Vicente Aóiz de Zuza

Para estas alturas y con todo lo explicado anteriormente, ya estaremos pensando en cuál es la imagen de ese escudo: la cabeza del rey moro, al que se suele denominar Abderraman de Córdoba, sobre el puente de Yesa (en la parte izquierda de este artículo, tal y como aparece en el Armorial Navarro, de Vicente Aóiz de Zuza, Biblioteca básica de Navarra (2003)).

En el propio valle, pues, no tenía mucho sentido el exhibirlo, ya que todos los vecinos gozaban de dicha hidalguía, pero el tema cambiaba cuando salían del valle para ir a vivir fuera en general o a una ciudad en particular. En algunos casos, jóvenes roncaleses que habían salido a estudiar eran requeridos para el servicio militar, y solicitaban testimonio de hidalguía al Valle, con lo que demostrarían que eran hidalgos y, por tanto, exentos de realizar tal servicio.

En otros casos, como el que da origen a este artículo, un roncalés se iba a establecer en una ciudad y había de demostrar su hidalguía para poder conseguir los beneficios que ésta conllevaba. Al acreditar ese origen noble, el roncalés en cuestión podía lucir en su fachada el blasón familiar.

El caso que nos ocupa es el de un bidankoztar que a finales del siglo XVIII se estableció en Pamplona, más concretamente en la calle San Saturnino (antigua calle Bolserías) nº 20, donde el escudo todavía puede observarse a la altura del primer piso, encima del estanco que actualmente ocupa los bajos del edificio, y que en 1803 obtuvo sentencia de hidalguía. Se trata de Joachín Joseph Salboch y Racax, de casa Salbotx de Vidángoz (porque también hubo casa Salbotx al menos en Uztárroz).

El escudo de la familia Salboch-Elizalde, en la fachada de San Saturnino 20 de Pamplona.

El escudo que luce en la casa familiar de Pamplona es el que aparece en la imagen de la parte derecha de este artículo. Como puede observarse, está dividido en 4 partes (denominadas cuarteles) que, en opinión de los entendidos (Escudos de armas en las calles de Pamplona, Martinena Ruíz, J. J., Ayto. de Pamplona, 1997), cada uno de ellos viene a representar el escudo de los siguientes apellidos: Salboch / Elizalde / Hualde / Racax. Supongo que la documentación (que no he tenido ocasión de consultar) lo acreditará así, pero, en cualquier caso, daré una pequeña explicación de lo que opino sobre el escudo en cuestión.

En mi opinión el escudo no representa esos cuatro apellidos, cada uno con su cuartel, sino que el 1º y 4º cuartel, ambos se corresponderían con el origen roncalés de Joachín Joseph Salboch Racax (cuyo 3º apellido era Hualde, y tal vez por eso se menciona ese apellido en la descripción del escudo) y los otros dos cuarteles se corresponderían con el origen de su esposa, María Tomasa Elizalde, que tal vez tuviera origen aezkoano a juzgar por lo representado en esos dos cuarteles.

El 1º cuartel, supuestamente de Salboch, muestra la cabeza del rey Abderraman de Córdoba sobre el puente de Yesa y, tras ellos, 3 peñas (en el actual escudo de las villas del valle de Roncal cabeza y puente por un lado y peñas por otro conforman 2 de los 4 cuarteles). Quedaría claro, pues, que Salboch era oriundo roncalés y, por ello, tenía derecho a usar el escudo de armas del valle.

El 4º cuartel muestra un lebrel (un perro de caza) y un castillo, 2 elementos que configuran los otros dos cuarteles del actual escudo del valle de Roncal. Se da la circunstancia de que esos dos elementos se le concedieron al valle de Roncal para poderlos añadir a su escudo en 1797, solo 6 años antes de que Joaquín José Salboch obtuviera su sentencia de hidalguía, por la actitud heroica mostrada por el valle en la Guerra de la Convención (1793-1795). El lebrel simboliza la lealtad y el castillo, la fortaleza.

Con todo lo dicho, es probable que en vuestro próximo paseo por el casco antiguo de Pamplona tengáis una parada obligada en San Saturnino 20.

La riada de 1787

Vidángoz y el valle de Roncal en particular, y toda la cuenca del río Aragón en general, vivieron hace 225 años otra riada de las que no se olvidan. Pero, al contrario de lo que ocurrió en octubre de 2012, cuando la peor parte del temporal tuvo lugar en la parte alta de las cuencas del Biniés, Jabrós y Salazar, en 1787 esa situación anómala se dio en la de forma generalizada en los valles pirenaicos, y por ende, en nuestro Vidángoz.

Grabado de una riada histórica en Murcia

Grabado de una riada histórica en Murcia

Desgraciadamente, no podemos conocer con detalle los daños causados por dicha riada en el pueblo, ya que el libro de actas que supuestamente incluye el año 1787, carece de ninguna información sobre ese año, centrándose el libro en los años 1793-1797. Es probable que la falta de esta documentación esté relacionada con la Guerra de la Convención,  que comenzó en 1793 y que sacudió a nuestro valle de forma directa.

Sin embargo, el libro de cuentas correspondiente a ese año sí que nos permite confirmar que hubo daños en el pueblo, ya que en el libro de cuentas que incluye ese año 1787, en la partida nº 85 del año 1788 se resumen los gastos derivados de “los daños y extragos que executó la extraordinaria riada del día veinte y quatro de sepre del año último ochenta y siete para presentar en el Real Consejo […]. Veinte y seis reales y veinte y nueve más dados a Josef Marichalar, maestro albañil y carpintero, por su trabajo en hacer las declaraciones regulando el coste de los daños en puentes, paredes y demás edificios. Ocho reales a Juan Miguel Salboch y Esteban Onco […] por la ocupación de un día acompañando a Josef Marichalar para enseñarle los parajes en que había causado daño la riada; Quarenta y ocho reales a Bauptista Yrigaray y Pedro Juan Fuertes […] por la ocupación que durante seis días tuvieron en reconocer todos los términos de esta villa y tomar razón de todos los daños ocasionados por la riada en las heredades y campos […]”.

Grabado de una riada histórica en Lorca

Grabado de una riada histórica en Lorca

Deducimos, pues, que los daños en Vidángoz fueron diversos y, a juzgar por lo que sucedió aguas abajo en Sangüesa en aquella ocasión, cuando la crecida del Aragón (10 metros) solo dejó en pie 39 de las cerca de 500 casas con que contaba la ciudad en aquel entonces, la crecida debió ser de órdago. Desgraciaciadamente, este desastre de Sangüesa atrapó acabó con la vida de un joven bidangoztarra: Pedro Francisco Laviano Reta, de 17 años, natural de casa Calderero (casa que por aquel entonces tendría otro nombre). Su partida de defunción dice así: “Murió en la ruina que acaeció en dicha ciudad de Sangüesa, donde residía como aprendiz de comerciante, y se encontró muerto junto a su Amo”. La riada debió de arrasar también Urzainqui y Garde y derribó prácticamente todos los puentes del valle de Roncal.

Tanto en esta época como en riadas posteriores el entorno del río estaba más limpio que ahora, ya que el tráfico de almadías así lo requería, pero ello tampoco evitó que las crecidas de los ríos causaran estragos. Y es que, seguramente, como pasaba en la aldea de Astérix, una de las pocas cosas que temían los bidangoztarras de entonces era que “el cielo cayera sobre sus cabezas”… Y, en aquella ocasión, parece que cayó.

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