Este conflicto, que bien podría considerarse la primera guerra civil de nuestro pasado reciente, se tiene en cierto modo como antecedente de la I Guerra Carlista (1833-1839).
La contienda se inició cuando los realistas, los partidarios del rey Fernando VII de España y III de Navarra, se levantaron en armas contra el sistema establecido (también por las armas) en aquel momento, los liberales encabezados por el general Riego que se habían sublevado el día 1 de enero de 1820, haciendo que el rey reestableciera la Constitución de Cádiz de 1812 (que el propio monarca había derogado a su regreso a España tras la Guerra de Independencia seis años antes) y haciendo que su poder quedara supeditado al mandato de los liberales.
Esto provocó una reacción de los sectores más tradicionalistas de la sociedad, particularmente en Navarra, y para diciembre de 1821 se preparó una ofensiva realista para deponer a los liberales. Diversas circunstancias relativas a la organización del alzamiento hicieron que éste fuera sofocado en pocos días y los combatientes partidarios del rey volvieron a cruzar la muga con Francia o regresaron a sus casas donde permanecieron como células durmientes esperando una nueva ocasión más propicia.
Esa nueva oportunidad llegó a mediados de junio de 1822 y, aunque también hubo circunstancias adversas de última hora, los realistas irrumpieron esta vez con más fuerza y consiguieron infringir algunas derrotas a los liberales.
Los realistas se hicieron fuertes entre el valle de Roncal y el norte de Salazar, y aquel verano nuestro pueblo y sus alrededores sufrieron un sinfín de idas y venidas de contingentes armados de ambos bandos.
Pasado el verano, los nuevos dirigentes militares liberales cambiaron de tácticas y empezaron a ganarles la partida a los realistas, que fueron viendo menguar sus posibilidades y terminaron retirándose por la muga con Francia en enero de 1823… para regresar poco después e infringir una derrota sorpresiva y sorprendente a las tropas liberales en Larrasoaña y, poco después, con ayuda francesa (a cuya monarquía absolutista, como a otras de ese estilo en Europa, no interesaba que el liberalismo triunfara en España), de parte de los llamados Cien mil hijos de San Luis, poner cerco a Pamplona, donde los liberales aguantaron encerrados cerca de seis meses hasta que se rindieron en septiembre de aquel mismo año.