Mi padre, como tantos otros pastores de Vidángoz, no bajaba a las Bardenas, sino a la Bardena (seguramente porque el término Bardenas era para englobar un todo: la Bardena Blanca, la Bardena Negra y el Plano). Aquel era el destino donde de muchos pastores de Vidángoz pasaban buena parte del año, como lo atestigua una pequeña copla que se solía recitar en la Ribera:
A la Bardena del Rey
ya llegan los roncaleses,
a comer migas con sebo
por lo menos siete meses.
Andrés, como todos los roncaleses que andaban por allí, iba vestido con el traje típico que, lejos de ser una mera forma de vestir o moda, era una especie de carné de identidad, de carta de presentación: ¡ahí va un roncalés!. Ser y, por tanto, vestir de roncalés daba cierto prestigio y respeto.
El caso es que, allá por 1573 ,fueron detenidos Andrés Ezquer, de Vidángoz, y Pedro Portaz, de Garde, como sospechosos de diversos hurtos, asalto de caminos y muertes cerca de Caparroso. Por lo que se ve, había algún indicio de que los autores iban vestidos de roncaleses y detuvieron a los dos citados.
En su defensa alegaron los pastores roncaleses que había malhechores que usaban nuestro traje típico, que se disfrazaban de roncaleses, para realizar sus acciones. Esta práctica, al parecer, no era nueva y tampoco era ésta la primera vez que sucedía… ni sería la última.
Sea como fuere, finalmente los dos pastores roncaleses consiguieron demostrar su inocencia y fueron absueltos. Quien quiera profundizar en el tema, puede consultarlo en el Archivo General de Navarra, Proceso nº 098078 o bien, de manera más breve, el libro ‘El bandolero y la frontera’ (edit. Iberoamericana Vervuert, 2006), de Daniel Sánchez Aguirreolea.