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Mariano Mendigacha y la etnografía de Vidángoz

Mariano Mendigacha [Mendigatxa] es conocido por su inestimable colaboración en el estudio del uskara roncalés con Louis Lucien Bonaparte a mediados del siglo XIX (junto con el también bidankoztar Prudencio Hualde [Malkorna / Vicaría]) y con Resurrección María de Azkue a principios del siglo XX. Lo que trabajó con ambos investigadores es un tesoro para los lingüistas en general y para los filólogos vascos en particular.
Pero para l@s bidankoztarras del siglo XXI el legado de Mariano es, además, un tesoro a otros niveles del que pocos pueblos dispondrán: En las cartas que intercambió con Azkue Mendigacha daba cuenta del Vidángoz de su día a día, dando cuenta de los modos de vida, de los usos y costumbres de aquel entonces, de celebraciones que desconocíamos, de canciones y refranes olvidados… En resumidas cuentas, un regalo para los que tenemos interés por la etnografía de nuestro pueblo.
Si bien a lo largo de los doce meses que seguirán a la efeméride del centenario de su muerte iré dando a conocer todos los documentos que legó Mendigacha, me ha parecido interesante presentar aquí una serie de celebraciones que Mariano nos menciona en sus cartas y de las que, de otra manera, difícilmente habríamos tenido conocimiento.

‘Urruchkidiak’, escrito por el propio Mariano Mendigacha.

Así, se menciona que el día de la Candelaria (2 de febrero) primero y en Santa Águeda (5 de febrero) después, tenía lugar el encuentro de los Urrutxkidiak, donde las familias se emparejaban para comer y cenar y resolvían sus diferencias en caso de haberlas.
Del Carnaval, aunque no llega a hacer descripción por tocar aquel año muy mal tiempo y no salir nadie a la calle, sí que podemos resaltar que seguramente la de Mariano será la primera mención escrita a los zipoteros bidankoztarras.
En la carta del 31 de mayo de 1903 señala que tienen ‘día grande’ y, consultado el calendario de festividades católicas con fecha variable de aquel año, resulta que la celebración a la que hace referencia es Pentecostés.
Entre el 28 de septiembre y el 1 de octubre se celebraban en Vidángoz ‘fiestas en honor a los difuntos mediantes estipendio, los dos primeros días con grandes funciones en la iglesia por las almas de los muertos y los dos días siguientes hacían gasto grande y venía mucha gente de fuera’, con lo que parece que era una celebración exclusiva de Vidángoz.
Por último, al día 24 de diciembre se le denominaba Sekularo eguna, porque originariamente era el último día del año del calendario cristiano (sekula azken eguna).
Así que, como podéis ver, hay unas cuantas celebraciones que han desaparecido en el último siglo…

Molière en Vidángoz

Diario de Navarra 24/02/1917

El carnaval ha sido una fiesta pagana por definición, o al menos así ha sido considerada habitualmente por la iglesia, seguramente por ser una de las pocas fiestas que no quedaba bajo su influencia. Por esto mismo, era una fiesta que no despertaba demasiadas simpatías en el Clero.
Pues en los carnavales de hace un siglo encontramos el ejemplo del cura de Vidángoz en aquel entonces (Ausencio Jiménez) no solo tolerando los carnavales sino participando activamente en ellos.
Y es que, tal y como nos cuenta el Diario de Navarra del 24 de febrero de 1917, el párroco organizó un teatro que fue representado por los jóvenes de Vidángoz en el salón de la Casa Consistorial, abarrotado para el estreno de la comedia ‘El médico a palos’ de Molière. Entre los actos de la obra, el secretario Babil Ayestarán amenizaba con el piano.
La obra fue representada en dos ocasiones, el domingo y el martes de carnaval, y, pese a ser la primera vez para todos los actores, se dice que fue un éxito.
Curioso episodio, que será desconocido por la mayoría, pero que nos deja otra muestra de la iniciativa que tenía Don Ausencio, que, pese a estar en Vidángoz apenas seis años, fue responsable de diversas acciones (como la Cooperativa de Consumo) que parece que le hicieron ganarse la simpatía de sus parroquianos.

Portada de un libreto de la obra de teatro «El médico a palos» de Molière

Tiempo de carnaval

Entramos en invierno y parte de él es lo tocante al carnaval, un tiempo relacionado en principio con la alegría y el disfrute en hermandad. Poco sabemos, no obstante, de la forma en la que antiguamente se celebraba en nuestro pueblo.
En las entrevistas que realicé a los mayores del pueblo hace unos años recordaban del carnaval sobre todo a los zipoteros, hombres vestidos de saco con cierto relleno de paja, un par de pequeñas esquilas en la espalda, la cara  oculta tras un trapo y un sombrero grande (‘como el de los mariachis’ a decir de algunos) y, sobre todo, una temible vara con la que sacudían a diestro y siniestro, con particular predilección por las mozas. También señalaban que se hacía una especie de llega y que, con lo recogido, los mozos hacían una merienda. Y poco más sabemos.

Zakuzarrak de Lesaka, cuya apariencia recuerda en algunos aspectos a los zipoteros de Vidángoz

Pues bien. Tenemos en nuestro valle en general y en nuestro pueblo en particular la suerte de que, por un lado, por nuestra situación aislada y por nuestro carácter, muchos de nuestros elementos culturales perduraron más que en la mayoría de lugares de nuestra geografía, y por otra parte, diversos estudiosos encontraron en nuestro valle una gran fuente de información, y sus trabajos nos sirven en día para poder evocar nuestro antiguo modo de vida.
Así, podemos reseñar el trabajo realizado por el izabar Bernardo Estornés Lasa en diversos campos (etnografía, uskara…) por su condición de investigador y roncalés, pero también hubo otros como Louis Lucien Bonaparte (que basó el estudio del uskara roncalés en la variante del mismo que se hablaba en Vidángoz apoyándose en Prudencio Hualde [Malkorna / Vicaría] y Mariano Mendigacha [Mendigatxa]), Resurrección María de Azkue (inicialmente en lo relativo al uskara pero también en temas relacionados con la etnografía, teniendo como gran colaborador al ya mencionado Mariano Mendigacha) o Juan Garmendia Larrañaga (etnógrafo que en nuestro pueblo contó con Isidro Urzainqui [Kostiol/Santxena] y Constancia Pérez [Santxena] como colaboradores principales). Por supuesto, hay otros muchos, pero son los mencionados los que seguramente tuvieron un mayor trato con Vidángoz.
Bueno, pues es gracias a lo recogido por uno de ellos, por Azkue en este caso que podemos dar cuenta de  algunas de las características de los carnavales de Vidángoz antiguamente. Así, el Diario de Navarra del 16 de febrero de 1967, en su página Nafar-izkuntzan, daba cuenta de algunos aspectos del carnaval en varias comarcas de Navarra, de acuerdo con lo publicado entre 1935 y 1947 por Resurrección María de Azkue en su Euskalerriaren Yakintza.

Diario de Navarra 16/02/1967

Así, señalaba que en Vidángoz los tres jueves anteriores a Cuaresma se celebraban diversas meriendas: aitakunde (reunión de padres), tres jueves antes de cuaresma; amakunde (reunión de madres), dos jueves antes de Cuaresma; y orokunde (reunión de todos), el jueves antes de Cuaresma.
Además de estas meriendas, se indica que en nuestro valle también se celebraba otra fiesta denominada oilokunde (reunión de la gallina), en la que los niños, con los ojos vendados y un palo en la mano, tenían tres golpes, tres intentos, para matar a una gallina, y el que lo conseguía, se la terminaba comiendo acompañado por el maestro.
Preguntado por el oilokunde, Mariano Mendigacha que no entendía a qué se refería Azkue con esa palabra, por lo puede que en Vidángoz bien se le diera otro nombre o bien no tuviera lugar esa celebración… o tal vez simplemente la cabeza empezaba a fallarle a Mariano, como parecen indicar sus últimas cartas.
Bueno, ahora ya sabemos un poco más sobre cómo eran nuestros carnavales antaño.

Las cartas de Mariano Mendigacha (V) – Lluvia y nieve

Seguimos con la descripción que Mariano Mendigacha hace en sus cartas del Vidángoz de hace 110 años. Pero en esta ocasión, en vez de seguir el orden cronológico y, como hay material para ello, reflejaremos lo que Mariano menciona en alguna de sus cartas sobre las riadas y otras referencias a temporales.

En la carta del 22 de mayo de 1904 recuerda Mariano que dos años antes, estando reunido él con Azkue en Ligi (Ligi-Atherei, Licq-Atheres en francés, en Zuberoa, a 11 km de Larrau), cayó en Vidángoz una pedregada que les dejó sin cosecha.

Vidángoz nevado

Vidángoz nevado

En la siguiente carta, del 29 de junio de 1904, día de San Pedro, señala que “tenemos el tiempo lluvioso, pues ya hace varios días que no calla el rugir de los truenos”, y que, aunque son las fiestas, este año la gente anda un poco triste porque “ayer ocho cayó una gran tormenta de agua, y todos los maderos que estaban preparados en el río para arrancar a venderlos a la Ribera, la corriente de agua que se juntó por los barrancos los llevó; ahora andan los dueños reuniendo los maderos llevados pero este año ya no los pueden vender pues ha pasado el tiempo; nosotros tuvimos suerte; en la víspera del chubasco vino la nuera vendidos los últimos maderos”.

Dos cartas más tarde, en la del 6 de agosto de 1904, menciona que “En el segundo de éste (agosto) nos cayó una pedregada muy grande; pues nos ha arrasado todas las huertas”.

No faltan tampoco las menciones a las grandes nevadas, si bien parece que éstas no causaban los estragos de las otras:

En la carta del 15 de abril de 1903 dice Mariano “Tenemos el tiempo muy malo, no hemos visto en todo el invierno tanta nieve como la que hay ahora; y también traza de hacerlo”. Y eso que era ya mediados de abril…

…Y ese mismo año, ni 5 meses después, ya se daba noticia de la primera nevada del siguiente invierno, aunque la fecha en que nevó, 14 de septiembre de 1903, era, paradójicamente, verano: “hemos tenido buen tiempo hasta el catorce de éste (mes); en este día nos vino la nieve hasta cerca del pueblo; las parvas estuvieron en las eras tapadas de nieve; no hemos visto ni oído seres vivos; después por dos mañanas cayó una helada que nos taló en los huertos, las alubias y todas las cosas tiernas se han secado; las patatas también están sin hojas;

Nieve en Ziberria

Nieve en Ziberria

Y tres mesicos más tarde, el 18 de diciembre de 1903, otro nevadón: “Tenemos el tiempo obscuro; hace ya veinte días que una nevada grande nos tiene debajo; nos tiene a todos los hombres en los hogares, acoquinados, quemándose las espinillas y aborrecidos por las mujeres; pues no les hacemos otra cosa sino hacerles preparar las comidas puntualmente para la hora sabida y estorbo para preparar los trabajos de la cocina. Los caminos están cerrados por la mucha nieve; no anda sino gente aislada; ahora mismo está la nieve cayendo a copos, copos tan grandes como sombreros. Aquí tenemos el dicho, “nieve enorme, nieve grande, nieve menuda, buen tiempo”; como nos ha venido antes de tiempo nos ha cogido a medio hacer los trabajos del monte de su tiempo; antes de mucho tiempo, empezará la gente contando algunas necesidades”.

Y, pasados más de 40 días desde que nevó, siguen encerrados bajo la nieve: “Siempre tenemos el tiempo frío y estamos bajo la nieve, no hacemos otro trabajo que el que le dije a V. en la última carta. Sigo siempre con buen apetito sin dolores en ningún sitio”.

Y en la siguiente carta, fechada el 1 de febrero de 1904, continúan las menciones al crudo invierno que están pasando, al parecer más duro de lo habitual: “Tenemos también el tiempo como que estamos en pleno invierno; hoy está el peor día que hemos tenido en todo el invierno; habiendo usin no podemos ni asomar por las ventanas a la calle, si sigue así por mucho tiempo, el que viva tendrá bastante que contar del invierno de este año.”

Más de lo mismo en la carta del 1 de marzo de 1904: “por causa del tiempo, el día de carnaval ha sido tan triste como un día de cuaresma; todo el día ha estado nevando sin parar; con una nieve derretida en las calles, pues no podía salir cristiano; ni nos hemos vestido de zipoteros”.

Se ve que el tiempo también hacía desastres por entonces, y que, concretamente el de 1903-1904, fue un invierno “majo”.

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