Hace 75 años nos encontrábamos inmersos en la guerra a la que había dado lugar el golpe de estado del 18 de julio de 1936, enfrentamiento que llevaba camino de cumplir dos años. En aquel contexto, el “fuerte de San Cristóbal”, en la cima del monte Ezkaba o San Cristóbal de Pamplona, se venía usando como recinto penal, como cárcel, siendo los allí presos militantes o simpatizantes republicanos, sindicalistas o políticos.
En aquel momento había casi 2.500 presos en unas condiciones infrahumanas en las que, además de lo que podríamos entender por una cárcel en tiempos de guerra, había que sumarle el hacinamiento, el frío y la corrupción (una vez más la corrupción) de los encargados de la prisión, que hacía que éstos se quedaran con el dinero destinado a la comida de los internos, añadiendo de esta forma el hambre a las penurias que tenían que pasar los allí recluidos.
El caso es que, en la primavera de 1938, se encontraba preso en San Cristóbal un bidangoztarra: Vicente Mainz Landa (Landa). Su caso, como el de tantos otros, no era el de un dirigente político o sindical, ni mucho menos. Simplemente, era un electricista (por ello había trabajado en el molino de Vidángoz) que tenía cierta afinidad con el movimiento obrero y había acudido a algún mitin socialista celebrado en el valle de Roncal. En 1934 ya había tenido que cruzar la muga con Francia por algún incidente de índole sindical, pero volvió con la amnistía decretada en febrero de 1936. Y en julio de ese mismo año, no pudo evitar ser detenido.
Vidángoz, por entonces, era un pueblo de derechas en su práctica totalidad: en las elecciones de abril de 1936 el bloque de derechas obtuvo 111 votos, mientras que la izquierda obtuvo solo 15. Prácticamente la única familia de izquierdas era la de Vicente Mainz Landa, lo que les puso en el punto de mira de la represión franquista tras el alzamiento, y Vicente fue detenido.
Así, tras pasar casi dos años en el penal de San Cristóbal llegó el día de la fuga, y Vicente trató de escapar, junto con otros 794 presos, en la que se dice ha sido la mayor fuga de una cárcel en la historia de Europa y, probablemente, del mundo. Desgraciadamente para él, la libertad le duró poco y a Vicente, lo mismo que a otros 220 fugados, lo “cazaron”. Nuestro paisano consiguió mantenerse oculto en los montes de Esteríbar, ya que por este valle, como él sabía (sólo 8 de los fugados eran navarros, y no conocían el entorno), era el camino más corto para alcanzar la muga francesa. Una fuga que en su caso se alargó durante casi 20 días y finalmente Vicente fue abatido «por la Fuerza Pública» el 10 de junio de 1938, en un lugar no especificado del valle de Esteríbar, por lo que desconocemos si estuvo cerca de ganar la muga o no tanto.
Para quien desee profundizar en este capítulo de nuestra historia, cuatro recomendaciones: los libros “Fuerte de San Cristóbal, 1938: La gran fuga de las cárceles franquistas” (Pamiela, 2008), de Félix Sierra e Iñaki Alforja y “Los fugados del fuerte de Ezkaba” (Pamiela, 2013), de Fermín Ezkieta; El video “Ezkaba, la gran fuga de las cárceles franquistas” (Eguzki bideoak, 2006), de Iñaki Alforja; y por último, la novela “La fuga” (Ediciones B, 2011), de Carmen Domingo.