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El triste final del primer taxi de Vidángoz

Puente de la foz de Burgui, donde el primer taxi de Vidángoz sufrió un fatal accidente

El puente de la foz de Burgui, entre Salvatierra de Esca (Zaragoza) y Burgui (Navarra) fue hace casi 90 años escenario de un accidente mortal en el que se vio implicado el primer taxi de Vidángoz. Pero, ¿fue realmente un accidente? ¿Qué circunstancias rodearon al suceso?

 
El pasado lunes Óscar Yoldi, oriundo de Salvatierra y Roncal, publicaba en esta página unos recortes de periódico de “La Voz de Aragón” y “La Libertad” de 19 y 20 de agosto de 1932 (https://goo.gl/d6G41E), preguntándome si conocía el suceso, ya que no aparecía en la web ni redes sociales de Bidankozarte.
 

Portada del cuaderno «Vidángoz negro» (2014), donde di cuenta de diversas historias truculentas de nuestro pueblo.

Conocía el suceso y, de hecho, había indagado en él, pero Óscar llevaba razón y, realmente, solo había una pequeña mención al tema y tampoco era explícita. Y es que este y otros asuntos truculentos los traté en “Vidángoz negro: muerte y delincuencia en nuestras calles” (2014).

 
Así que, parece un momento propicio para recuperar el tema y darlo a conocer al público en general. Este suceso tenía por protagonista al primer taxi de Vidángoz, cuyo chófer era Francisco Sanz Hualde, de casa Arlla. Francisco debía de ser una persona con iniciativa por lo que decía la gente mayor de Vidángoz, y pronto se aventuró en el negocio del transporte.
 
Así, parece que ya se dedicaba a transportar mercancías en 1925, si bien entonces empleaba un carro con el que se vio implicado en un accidente con un autocamión de “La Nueva Roncalesa” cerca de Tiermas. Balance: autocamión destrozado al caer por un terraplén y dos heridos graves.
 

En el inventario de vehículos de Vidángoz de 1928 Francisco Sanz Hualde [Arlla] disponía de un automóvil para transporte de mercancías y otro para transporte de viajeros. [Fuente: Archivo Municipal de Vidángoz]


Y poco después, 1927, parece que ya había empezado a adentrarse también en el transporte de viajeros… aunque no estaba autorizado para ello, y parece ser que eso le valió una multa (diciembre de 1927).
 
No tardó demasiado en legalizar la situación y en el censo de vehículos de Vidángoz de 1928 es Francisco Sanz el único propietario que consta, teniendo para entonces sendos automóviles marca Ford, uno para transporte de mercancías y otro para el de viajeros.
 
Pero parece que el negocio de Francisco Sanz también tenía sus detractores, y así, en diciembre de 1930, uno de sus vehículos fue atacado por el burguiar Ignacio López Sanz.
 
Y así llegamos al verano de 1932. Ángel Garralda, natural de Güesa y que había llegado a Vidángoz como herrero, se había casado en nuestro pueblo con la maestra y reconvertido a Secretario Municipal, ejerciendo en el cercano pueblo de Castillonuevo.
 

Este modelo de coche Ford o uno similar sería aquel primer taxi de Vidángoz.

El 17 de agosto de 1932 se encontraba Garralda muy enfermo y, de hecho, fallecería un mes más tarde. Probablemente para una mejor atención de su enfermedad, no se encontraba ni en Vidángoz ni en Castillonuevo, sino en Salvatierra de Esca, localidad cercana a este último pueblo.

 
Y para visitarle, varios de sus familiares de Güesa solicitaron los servicios del taxi de Vidángoz, que conducía Francisco Sanz. Estos parientes eran León Garralda, Vicenta Garralda y Manuel López, respectivamente hermano, prima y cuñado del enfermo Ángel Garralda.
 

En este punto debió de caer el taxi al río.

Tras la visita, regresaba ya de noche el taxi en dirección a Vidángoz cuando sobre las 22:30-23:00 horas cayó al río a la altura del puente de la foz de Burgui, falleciendo los cuatro ocupantes. Encontró el coche un pastor o unos leñadores (según la versión) la mañana siguiente

 
Como causa del accidente, la prensa apuntó al exceso de velocidad o la rotura de los frenos, y como causa de las muertes, la caída de 20 metros (exagerada, como se puede ver en las fotos), durante la que el vehículo habría dado multitud de vueltas de campana.
 
Como suele suceder en estos casos, se instruyeron diligencias judiciales para tratar de esclarecer la causa del accidente y parece que se determinó que había sido eso mismo, un accidente. No hay forma de comprobarlo porque esa documentación ya no existe.
 
Pero en la memoria colectiva de Vidángoz, y como atestiguan los mayores del pueblo, ha quedado un resquicio de duda sobre el accidente. El servicio de taxi de Vidángoz era competencia del de Burgui, que gestionaba el denominado “herrero de Sádaba”.
 
Habida cuenta de que en aquel tiempo apenas había vehículos, se dice que el de Burgui se habría enterado del servicio que el de Vidángoz estaba realizando en Salvatierra y preparó una trampa para su regreso, una cuerda tensa que habría empujado el coche al barranco o algo similar.
 

Hito en recuerdo de algunos de los fallecidos en el accidente que se puede observar en uno de los extremos del puente de la foz de Burgui.

Sea como fuere, nada de esto consiguió probarse. Tiempo después, el «herrero de Sádaba» falleció al atraparle una sierra en el aserradero en que trabajaba, a lo que los ancianos de Vidángoz venían a añadir aquello de que “el tiempo pone a cada uno en su sitio”.
 

Para terminar, habremos pasado con el coche por aquel lugar muchas veces, pero tal vez habrá quien todavía no se haya fijado en este detalle: una estela, una lápida junto al puente de la foz recuerda aquel accidente, aunque con un detalle sorprendente: solo menciona a dos de los fallecidos: Manuel López y León Garralda. Podría pensarse que, excavando un poco, aparecerían el resto de nombres, pero, haciendo zoom en la imagen puede verse que, en lo poco que excavé, ya empieza a aparecer la fecha del siniestro (se lee agosto de 1932), por lo que sería raro que debajo de la fecha estuvieran los otros dos nombres, ¿no?

 
Para terminar con esta historia sobre el triste final del primer taxi de Vidángoz, aquí tenéis los recortes de prensa relativos a todo lo relatado en este artículo, diversas noticias sobre Francisco Sanz y sus vehículos y una serie de artículos sobre el fatídico accidente.

El katixol

El Katixol era un juego infantil al que se jugaba en Vidángoz hasta cerca de mediados del siglo XX, juego que todavía recordaban muchos de los mayores a los que entrevisté en su día.

Juego del "Katixol"

Juego del "Katixol"

Según me explicaban, y tal como se define en el “Vocabulario Navarro” de Iribarren, el Katixol (el escribió “Catirol” seguramente por error de transcripción) es “el nombre que dan al juego infantil del irulario. En él toman parte dos jugadores. Uno de ellos marca un círculo en tierra y con una tablilla en forma de pala [o con un palo] golpea [al golpe en Vidángoz lo denominan “Clasco”] y arroja lo más lejos posible un palito corto y aguzado en sus cabos [llamado katixol, y que da nombre, por ello, al juego]. Desde el mismo lugar donde cayó el palito, el jugador contrario lo lanza (a pedrada) procurando meterlo en el círculo (lo que trata de impedir el primero con su paleta o palo). Si logra que el palito penetre en el redondel, los jugadores cambian de puesto. Y si no lo consigue, el de la paleta golpea con ésta el palito en una de sus puntas y en el aire le da un golpe, lanzándolo de nuevo lo más lejos posible. Esta operación puede realizarla tres veces solamente (iru en vascuence significa tres) y desde donde caiga el palito, el jugador segundo vuelve a lanzarlo hacia el círculo. Si durante cualquiera de los lanzamientos del primer jugador (del que blande la paleta) consigue su adversario coger el palito en el aire, gana la partida y cambia de puesto”.

Según Evaristo Urzainqui (Lengorna), en Vidángoz se dejó de jugar porque una vez el katixol dio en el ojo de alguien y el maestro prohibió el juego.

Y eso era el Katixol, hoy en día juego olvidado, pero cuya práctica era extendida en Navarra, en general con el nombre de Irulario, en Vidángoz como Katixol y en Burgui Katuzil, y con el que los niños de antaño habrían pasado buenos ratos.

Baraku

El topónimo de esta ocasión es bastante conocido también, ya que hace referencia a una zona situada dos o tres kilómetros al Sur del pueblo, al lado del río Biniés, en la que unas cuantas casas de Vidángoz (Jimeno, Ornat, Diego…) tienen o han tenido huertas.

Y es que el significado de Baraku probablemente esté ligado a ese uso, al de huerta, que en Euskera se dice “baratze”. Así, Baraku no significaría otra cosa que bara(tze) (“huerta”) + –ku (sufijo), “(zona) de huerta”.

Otra de las posibilidades que apuntan los entendidos es que Baraku sea una evolución lingüística de Ibarraku, Ibarra– (“valle” o “vega”) ”) + –ku (sufijo), “(lo) del valle” o “(lo) de la vega” del Biniés en esta segunda acepción. Este significado también tendría su sentido.

Una tercera posibilidad, que explica el uso de la partícula “bara” o “baratze” en sitios donde no parece factible una huerta (por ejemplo el monte Barazea o Pico de los Buitres [y también conocido como Barakoa], cerca de Lakartxela), haría referencia al verbo vasco baratu, que nominado sería baratze, y con el significado de “detenerse, descansar”, en referencia a sitios usados antiguamente como enterramientos, si bien parece que en nuestro caso, Baraku encaja mejor con las dos primeras propuestas.

Dejando de lado el significado, y además de las huertas, Baraku es conocido por su puente, que ya aparece citado en un documento notarial de 1675, luego es, o al menos había puente, bastante anterior a la carretera que ahora pasa por encima de él.

Para terminar, una pequeña copla en la que se hace referencia a este topónimo, que se cantaba cuando se eligió hacer la carretera a Burgui antes que la de Igal: “Carretera de Vidángoz, carretera mal pensada: los de Txestas a Baraku y los de Burgui a Sagarraga”.

Baraku, sus huertas y su puente, otro paraje con historia.

Gazteluzarra

El topónimo que nos ocupa esta vez es Gazteluzarra. Se denomina así, o también Peñas de Gazteluzarra, al término situado al Sur de Elizarena, y puede ser observado fácilmente desde la carretera Igal-Vidángoz a la par del Castillo y de ahí hacia Burgui. Desde prácticamente cualquier punto que se divise, Gazteluzarra se presenta como una atalaya rocosa, que es precisamente lo que le habría conferido esa característica que originaría su nombre.

La etimología del topónimo es inequívoca en este caso: “gaztelu” (castillo) + “zarra” (viejo) = “el castillo viejo”.

Y el hecho de llamarse Gazteluzarra, el castillo viejo, en el caso de Vidángoz se puede relacionar con otro topónimo que tenemos en el mismo pueblo (y que trataremos en otra ocasión) y que no es otro que El Castillo, que, por contraposición, podríamos considerar “el castillo nuevo”.

Las "peñas" de Gazteluzarra vistas desde San Juan

Las "peñas" de Gazteluzarra vistas desde San Juan

En los valles de Roncal y Salazar se pueden encontrar diversos “Gazteluzarra” o “Gaztuluzarra”, todos ellos situados en cimas y conectados visualmente entre sí, lo que, como explica más detalladamente Iñaki Sagredo en su libro “Vascones: Poblamiento defensivo en el Pirineo” (Pamiela, 2011), implica la existencia de una organización defensiva común entre los pueblos de la zona. Por ejemplo, desde el Gazteluzarra de Vidángoz, además de controlar visualmente todo el valle del Biniés, hay contacto visual con los Gazteluzarra de Igal y Burgui, lo cual, ante una situación de peligro, permitiría dar aviso rápidamente a los Gazteluzarra cercanos, seguramente usando fuego.

Además, es probable que en algún momento convivieran “en activo” el castillo de Gazteluzarra y El Castillo del pueblo, puesto que, dependiendo de la ubicación exacta de este último, podrían haber tenido incluso contacto visual entre ellos.

En cualquier caso, por el momento todo son conjeturas ya que, por un lado, no hay documentación que mencione ni uno ni otro (lo cual no quiere decir que no existieran, sino que serían de época anterior a la de la documentación que se conserva), y por otro, hasta la fecha, no han aparecido vestigios reseñables de que en alguno de los dos emplazamientos hubiera una edificación de tipo defensivo. De hecho, a finales de 2012 un equipo comandado por el citado Iñaki Sagredo realizó una primera cata arqueológica en Gazteluzarra que no fue fructífera.

Para terminar y como muestras de lo que la memoria colectiva dice respecto a Gazteluzarra, Crisanto Pasquel Ornat (Paskel) comentaba que “en ese castillo se hicieron fuertes los nativos de aquí, cuando la invasión de los moros”, y mencionaba una leyenda que decía que “la tradicional riqueza de casa Santxena se debía a un becerro de oro que habían encontrado en Gazteluzarra”. En un aspecto similar, Evaristo Urzainqui Hualde (Lengorna), aseguraba que, siendo su madre pequeña, había encontrado en una pequeña cueva de Gazteluzarra un almirez (mortero) de piedra, que habría quedado en casa Navarro al casarse ella a casa Lengorna.

Riadas en Vidángoz en el siglo XX

Riadas de mayor o menor tamaño siempre ha habido, periódicamente, pero la memoria es muy volátil y a veces, cuando nos parece que algo que ha ocurrido es lo nunca visto, las hemerotecas (hasta donde llegan) y la documentación en general, se encargan, tozudamente, de recordarnos que, casi siempre, hubo un antecedente.

La riada de 1915, en el Diario de Navarra del 13/06/1915

La riada de 1915, en el Diario de Navarra del 13/06/1915

Con las riadas ocurre exactamente eso y, al menos en cinco ocasiones encontramos referencias a crecidas en el Biniés en la primera mitad del siglo XX.

Hacia el 20 de junio de 1904 comenta Mariano Mendigacha en una de sus cartas a Azkue que la crecida del Biniés debido a una tormenta había llevado muchos de los maderos que estaban preparados para ser vendidos, haciendo la puñeta de muchos de los madereros del pueblo.

El 8 de junio de 1915, un “furioso huracán de agua, piedra y granizo sobre el alto de Estoci y Jabrós” causó otra gran riada que causó la muerte de Manuela Glaría (Aristu). La crónica añade que “los vecinos que vieron iniciarse el torrente dicen que parecía que bajaba una montaña de agua arrastrando maderos, ramas, peñascos, tierra, etc…”. Un tsunami en Vidángoz, vaya. Escalofriante. En esta ocasión la riada derribó incluso una casa, si bien no sabemos cuál y, hasta dónde llego a saber, nadie ha mencionado algo semejante en las entrevistas que realicé.

El 2 de noviembre de 1937, además de la que estaba cayendo, y aunque no conocemos datos precisos de Vidángoz, el Biniés y el Esca andaban desbordados, y se dice que en todo el valle los ríos arrastraron millares de maderos y destrozaron centrales eléctricas, molinos, presas, regadíos e incluso parte del puente de Burgui.

El 20 de julio de 1944 una “aparatosa tormenta de piedra y agua que, a juzgar por sus efectos, no se había conocido cosa semejante” hizo que el Biniés volviera a salirse, arrastrara nuevamente maderos preparados para el transporte y causara daños importantes en los cultivos.

Para terminar, el 27 de mayo de 1956 se produjo otra gran riada, y en esta ocasión, aunque resultaron afectadas, las centrales eléctricas, molinos y presas aguantaron el temporal, si bien los daños en los campos y el sector maderero fueron cuantiosos, Burgui se quedó sin electricidad para una temporada larga y en Roncal se señalaba que era la primera vez que el río inundaba el frontón. En lo que a nuestro dichoso río se refiere, la crónica relata que “El Biniés inundó la vega del Valle de Vidángoz, llegando el río en banda hasta casi cubrir el arco del puente de la carretera de Roncal”.

Pues eso, riadas de ayer y hoy. Se han expuesto cinco ejemplos que he encontrado, pero seguro que ha habido más riadas de diversa consideración.

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