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Nacimientos, bodas y defunciones en 1923

En 1923 Vidángoz estaba recién conectado al mundo, como quien dice, ya que la primera carretera que había llegado al pueblo, la que sube desde Burgui, se había inaugurado apenas tres años antes.

La villa se abría al mundo y algunos en el vecindario, los más reaccionarios, pusieron a la maestra Basilisa García en el punto de mira, como ya relaté en el Bidankozarte nº 36. Aquel episodio de amenazas, en febrero de 1923, parece que no amilanó a la maestra, como ya indiqué en su momento, pero es que además se quedó embarazada de su primogénito apenas un mes después de aquel episodio, lo que nos da una idea de cómo de rápido se superpuso a la situación.

Poco más que reseñar en ese año, acaso el incendio de la borda de Arlla en Ariztoia y la posible salida del párroco Don Salvador Napal, que finalmente no se produciría hasta el año siguiente.

En el capítulo de nacimientos, podríamos señalar que fue un año promedio, ya que vinieron al mundo diez bidankoztarras: Natividad Ezquer Pérez [Landarna], Porfirio Mainz Mainz [Mendigatxa], Emilia Ornat Landa [Bomba], Ascensión De Andrés Fuertes [Xapatero], Ángeles Sanz Hualde [José María], Victorino Mainz Mainz [Refelna], Carlos Asín Gayarre [Pelaire], Micaela Landa Sanz [Algarra], Crispina Jimeno Urzainqui [Hualderna] y Sinesio Mainz Pérez [Aristu].

Entre los miembros de esta quinta tenemos, una vez más, un reflejo de lo que sería el siglo XX en Vidángoz: Natividad se casó con uno de los esclavos de los Batallones de Trabajadores que abrieron la caja de la carretera Igal-Vidángoz-Roncal; Emilia, Ascensión y Ángeles se quedaron al frente de sus casas nativas, las dos primeras casándose y la tercera como soltera, teniendo descendencia solo Ascensión; Ésta última, además, también vivió en sus carnes la llegada de los maquis en octubre de 1944, pues apenas siete días después de su boda, su marido fue tomado como guía por los maquis a punta de fusil y tuvo que tirarse de un barranco abajo para huir; Ángeles, por su parte, ocupó un lugar central en la vida del pueblo al regentar junto con su familia la tienda/bar principal del pueblo durante medio siglo; Porfirio fue pastor trashumante; Victorino emigró de Vidángoz para terminar casándose en Valencia; Carlos y Micaela se casaron entre ellos, siendo los únicos en emparejarse con otro bidankoztar y emigraron a Pamplona con la industrialización; Crispina no sé casó y falleció poco después de haber salido de Vidángoz tras la gran estampida que sufrió el pueblo particularmente en la década de 1960. Y por último, Sinesio fue quien tuvo menor recorrido vital, pues falleció sin llegar a los seis meses de vida a causa de una atrepsia congénita. Así, una de las pocas cosas que le faltaría a esta quinta sería un religioso… y, de hecho, lo hay, si bien nació en Güesa aunque su familia vivía en Vidángoz. Hablamos de Ángel Garralda García [Molena], hijo de la maestra que mencionábamos al inicio, que fue sacerdote y falleció el año pasado rozando el centenario (98 años), cifra que también tuvo cerca Ángeles Sanz (97 años).

Una quinta de la que pude entrevistar a dos de sus miembros, a Ángeles y a Porfirio, quedando con ello recogidos vivencias y testimonios de la vida en Vidángoz durante el siglo XX.

El capítulo de bodas fue más escaso, en lugar de los 2,4 enlaces por año que se registraban de media, 1923 solo vivió una boda en Vidángoz, la que unió a Juana Fuertes Salvoch [Lixalte] y Ciriaco Landa Necochea, de Urzainqui, pueblo al que pasaron a vivir y, por ello, no dejando más huella en Vidángoz.

Pero si el año fue atípico en el número de bodas, mucho más lo fue en lo que respecta a los fallecimientos, y es que solo hay registradas dos defunciones en Vidángoz hace 100 años: Petra Salvoch Urzainqui [Zinpintarna / Aristu], a los 60 años de edad a causa de una hidronefrosis aguda y Modesto Pérez Sanz [Laskorna / Landarna], a los 73 años y debido a una nefritis crónica. En ambos casos, por dolencias relacionadas con el riñón. Pero no es esta la única coincidencia entre ambos fallecidos: los dos tuvieron a cada ocho hijos de sus respectivos matrimonios y, casualmente, un hijo y una hija de los fallecidos se casaron (ya lo habían hecho un par de años antes, en 1921) y pasaron a ser los cabeza de familia de casa Aristu, que, también casualmente, ha ocupado otro de los artículos de este boletín.

Pues hasta aquí lo que dio de sí 1923, tal vez con menos acontecimientos que otros, pero en cualquier caso, otro año interesante.

Usos agrícolas y flora en la toponimia

Escribiendo el boletín anterior me volvió a venir a la cabeza lo que la toponimia nos cuenta acerca de la flora de un entorno, realidad que en algunos casos se mantiene en la actualidad y que en otras ocasiones solo es un reflejo del pasado de un determinado paraje. Algunos recordaréis que hablé sobre este tema en la charla que compartí con Pablo Orduna hace más de cinco años, a una con la presentación de la Guía etnobotánica del Valle de Roncal (Lamiñarra, 2017), pero me ha parecido interesante recuperarlo para esta sección.

El caso es que cuando hablaba en el Bidankozarte nº 45 sobre el lugar donde se asentaría el otro Vidángoz o Vidangoiz, vi otra vez el paraje que se denominaba Tipulerria, que vendría a traducirse como ‘el cebollar’, un caso curioso entre estos topónimos, pues hace referencia a una planta que se cultiva.

Relacionados con la agricultura, con el tipo de tierras destinadas a ella, hay unos cuantos topónimos en Vidángoz, algunos de los cuales ya hemos tratado y otros todavía esperan su turno, pero en este grupo podríamos mencionar Baraku (probablemente relacionado con baratze, huerta de secano en Vidángoz), Kartxiria (en referencia a la zona con huertas de regadío), Landeta (que hace referencia al mismo lugar denominado con el nombre Kartxiria, pero cuyo significado viene de landa, que en nuestro entorno designa a zonas de cultivo a la orilla del río y cercanos al pueblo), Atablanda (que hace referencia a otras landas, en este caso las de la Atabea, así, Atabe + landa = Atablanda), Berreinze (de berro + einze, berro entendido como ‘tierra que se vuelve a labrar’ y einze que es la palabra roncalesa para designar un ‘prado’ o ‘pastizal’), Ezkeberroa (compuesto por Ezke o Ezker + berroa, teniendo la segunda parte el mismo significado que en Berreinze, pero no estando claro el significado de la primera, similar a la que encontramos en otros topónimos como Ezkaze en Vidángoz, Ezka en el resto del valle o Ezkaurre en Isaba, o que, a juzgar por como aparece escrito en los documentos más antiguos, Ezkerberroa, tal vez indica que era ‘el terreno del zurdo vuelto a roturar’), Zeleia (literalmente ‘el campo’, como si no hubiera otro), Ibarrandia (donde debemos entender ibar como ‘vega’ más que como ‘valle’ y andia como ‘grande’, dando un ‘la vega grande’ que haría referencia a esa parte cercana al río y cuya productividad es alta)…

Como veis, hay unos cuantos ejemplos de topónimos que reflejan el uso agrícola de determinados lugares, pero no son éstos los únicos nombres que hacen referencia a la flora propiamente y, de hecho, es común que la toponimia describa tanto la abundancia de una especie como la singularidad de algún ejemplar: Ariztoia (‘el robledal’), Barrenzaltua (‘la arboleda o el soto de abajo’), Zaltungorri (‘la arboleda pelada’), El Pinar Grande, El Abetar… Esto en lo que queda todavía en nuestra toponimia actual, pero en documentos antiguos es aún más frecuente: Arizbakotxa (‘el roble solitario’), Bagordoki (‘el llano de las hayas’), Ezpelarena (‘el bojeral’), Iraztoiburua (‘el alto del helechal’), Izeibakotxa (‘el abeto solitario’), Izeiburua (‘el alto del abeto’)…

Como veis, la toponimia dice mucho de cómo era nuestro entorno y el uso que se le daba hasta tiempos no muy lejanos… Es otra fuente de la que aprender sobre nuestro pasado.

Odieta

Trayendo a colación el suceso relatado en la sección de hemeroteca, hoy conoceremos un poco sobre el topónimo Odieta.

Vista parcial de Odieta, con el collado donde está la borda de Landarna (Foto: www.mendikat.com)

Vista parcial de Odieta, con el collado donde está la borda de Landarna (Foto: www.mendikat.com)

Este paraje se encuentra en la parte sureste del término municipal de Vidángoz, en torno al punto donde coinciden las mugas de nuestro pueblo, Burgui y Roncal. Este monte, que en palabras de Crisanto Pasquel (Paskel) es “el más extenso de Vidángoz”, limita con muchos otros parajes: al norte, con lo de Arlla y Epaio; al sur, con término de Burgui, donde sigue denominándose Odieta; al este, con término de Roncal, donde parte sigue denominándose Odieta y parte Epeio; y oeste, con Baraku, Lizanzorea (Azanzorea) y Ariztoia.

Restos de la borda de Landarna, en Odieta (Foto: www.mendikat.com)

Restos de la borda de Landarna, en Odieta (Foto: www.mendikat.com)

En este término podemos encontrar bordas (lo que queda de ellas) de varias casas de Vidángoz: Jimeno (por eso ocurrió allí el suceso del rayo que alcanzó a Manuela Jimeno [Jimeno], porque se encontraba trabajando en las tierras de en torno a la borda de su casa), Ferniando, Diego, Landarna (la que se intuye en la foto, obtenida de www.mendikat.com), Ornat, Larranbe… Y alguna más que me habré dejado.

En cuanto al significado del nombre, de Odieta, en esta ocasión es bastante sencilla, ya que se trata de un topónimo bastante común en Euskal Herria. De hecho, en Navarra hay incluso un pueblo y un valle llamados así, Odieta. El topónimo se compone de dos partículas, odi- (del vasco “hodi”, barranco, cañón) + -eta (sufijo locativo o abundancial), con lo que tendríamos que Odieta, más o menos, significaría los barrancos o los cañones., en referencia a un terreno resquebrajado.

Relacionado con el nombre Odieta seguramente también esté la denominada sima de Odieta, por cuanto la raíz hodi- hace referencia también a conductos o estructuras tubulares, con lo que, antiguamente, bien podría valer para hacer referencia a un lugar llamado las simas, que, tal vez al principio, designara a una extensión más pequeña.

Azaltegia

El topónimo que nos ocupa esta vez es bien conocido por encontrarse en él las bordas de unas cuantas casas de Vidángoz: Hualderna, Ornat, Kostiol, Landa, Diego, Aristu… Seguramente no será casual este hecho, ya que, como señalaba Crisanto Pasquel Ornat (Paskel) al ser preguntado por el término de Azaltegia (“Erronkari eta Antsoko Toponimiaz”, Juan Karlos López-Mugartza; Euskaltzaindia, 2006), este monte “hay unas cuantas bordas, antes se hacía bastante la vida ahí; era bueno para patata y cereal; era el mejor monte que había en Vidángoz”.

Azaltegia se encuentra en la margen derecha del Biniés (si seguimos el sentido del río), o al Oeste del mismo si lo vemos en el mapa. Para el que no conozca mucho el terreno y para hacerse una idea aproximada, es lo que queda comprendido entre la exclusa (la presa) de Zokoandia, la Pulpitera y Astipunta (que es la siguiente loma que hay si seguimos de la Pulpitera hacia el Norte), todo ese trozo de monte.

Según la definición de Crisanto Pasquel, “al Norte de Azaltegia quedan la Ordanola (Urdainola), por Sur con Lakuna, por Este con el río Biniés y por Oeste con Olaberria y Astipunta”.

Azaltegia en un mapa topográfico

Azaltegia en un mapa topográfico

De este topónimo podemos encontrar referencia bastante antiguas, la primera de las cuales se remonta a 1586 y que, casualidades de la vida, nos da noticias de otro Pasquiel, que seguramente no tenga relación con los actuales, pero quién sabe… El caso es que en 1586, Petri Pasquiel realizó una escritura para formalizar la venta de una finca al vicario de Vidángoz, Juanco Alcat (Juanco entonces era nombre), finca situada “en la pendiente llamada Ceteguiondoa termino del dicho lugar [Vidángoz]. Afronta de la una partte con linar de Domingo Arburu y de la otra con camino que ba Açalteguia y de la otra con linar de Jayme barrena y dela otra con el Rio…”. Como se puede ver en la definición, los nombres de los lugares, a veces, también cambian con el tiempo, a saber a qué le llamaban Cetegiondoa en 1586…

En cuanto al significado, cualquiera que sepa algo de Euskera podría pensar que la etimología de este término tiene que ver con “azal / azala”, que significa la piel, pero también la superficie, y “tegia”, que significa lugar, sitio, y que podríamos unir como “sitio que está pelado”, en el sentido de que se le la piel, la superficie… Pero parece que la cosa no va por ahí, y a continuación va otra explicación, que probablemente se acercará más a su posible significado original.

Y es que la descomposición del nombre para ver de dónde viene es prácticamente la misma, no así su significado. Y es que, en este caso, “azal” vendría a ser una evolución fonética de “azari”, “zorro” en Uskara roncalés). Otros nombres cercanos que siguen esa evolución fonética serían Erronkari >> Roncal, Igari >> Igal o Biotzari >> Bigüezal.

La segunda parte del nombre, “-tegia” tiene dos posibles explicaciones: (t)egia, de ”hegia”, que significa “ladera” o “pendiente” (como en Akerregia), siendo la “t” un elemento que se usa para facilitar la pronunciación, o bien “tegia”, que significa “lugar” o “sitio”. Esta partícula “egi” también tiene que ver con la partícula “eki” de Ekiederra o Ekiminea, que tal vez es más propia del Uskara roncalés y que, tal vez, tenga otros matices en lo relativo a su significado, pero lo explicaremos llegado su día.

Así, probablemente Azaltegia era “la ladera del zorro” o de los zorros. En el monte de Aezkoa podemos encontrar prácticamente el mismo topónimo, como señala Mikel Belasko en su libro “Diccionario etimológico de los nombres de los montes y ríos de Navarra” (Pamiela, 1996), donde se menciona Azalegia, cuyo significado sería el mismo que el de nuestro caso.

Y es que, al fin y al cabo, para dar nombre a los lugares, los primitivos bidangoztarras ¿qué iban a hacer? Pues identificarlos por sus características. Por ejemplo, los árboles que crecen en ese término: Ariztoia (el robledal), el Abetar; Por el tipo de piedra que hay: Txorrotxarria (piedra de afilar), Lejarra (grava); Algún elemento inconfundible que se encuentra en el entorno: San Juan (porque estaba en torno a la ermita), Elizarena (porque es el monte donde está la iglesia); Lo que se cultiva en ese sitio, Tipulerria (el cebollar), etc… etc…

Pero también los animales que abundaban en un lugar podían valer para identificarlo, como es el caso que nos ocupa. Azaltegia era “lo de los zorros”, pero en Vidángoz también tenemos Arzarena (lo del oso), Otsobieta (las loberas), o Eperralorra (el campo de las perdices), por poner unos ejemplos.

Y con esto termina por esta vez la sección de toponimia, que esta vez se ha alargado algo más de lo normal, pero con la que espero haber dado algunas pequeñas pautas acerca de la forma de nombrar los lugares, sus nombres originales y cómo evolucionan e incluso en muchas ocasiones, desaparecen.

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