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De Vidángoz a los «siete mares»

Artículo del Diario de Navarra del 11/11/2016.

El pasado viernes día 11 de noviembre el Diario de Navarra publicaba en su última página el artículo ‘Palos navarros para el Santa Eulàlia‘.
En él, pese a lo que se pueda pensar por el titular, se indicaba, en resumidas cuentas, que esa embarcación iba a ser restaurada a cargo de un arquitecto navarro.
El caso es que me trajo a la cabeza una historia con similares ingredientes pero con Vidángoz de por medio. Y es que en la década de 1940 y con motivo de una restauración del buque-escuela Juan Sebastián Elcano de la Armada Española (ni más ni menos) se llevó para sus nuevos mástiles al menos un árbol de los montes de Vidángoz (tal vez todos los que se necesitaban).
La foto, datada en 1948 y proporcionada por Iñako Zia, nieto de Julián San Martín, molinero de Vidángoz durante varios años en las décadas de 1930 y 1940 (cuarto por la derecha en la imagen), es digna de ver.

1948 – Un árbol de Vidángoz servirá para reemplazar uno de los mástiles del buque-escuela Juan Sebastián Elcano de la Armada Española (Fuente: Iñako Zia San Martín).

Por otra parte, esto sirve para mostrar que hasta hace no muchas décadas el monte, los árboles, se cuidaban mucho, llegando incluso al punto de orientar el crecimiento de determinados árboles en función del uso que habían de tener en un futuro. Si bien este extremo no está apenas estudiado en Vidángoz, se conoce que en otros lugares, por ejemplo en Sakana, que algunos árboles eran curvados o se les dejaba tal o cual rama para, en un futuro, aprovechar esa forma en la construcción de embarcaciones que se realizaba, en aquel caso, en los puertos gipuzkoanos. No estaban, pues, todos los árboles destinados a ser leña, material de construcción o a ser ensamblados en una almadía para su venta aguas abajo, sino que sus usos eran diversos y se aprovechaban las características específicas de cada tipo de madera. Así lo explicaba Mariano Mendigacha en una de las cartas que envió a Resurrección María Azkue en 1903 y a la que ya se hizo referencia en esta publicación hace algún tiempo (1ª parte y 2ª parte).
Para terminar, e imitando a un anuncio de electrodomésticos reciente, los que aparecen en la foto junto al árbol caído podrían decir aquello de que el buque-escuela ‘tiene un poquico de mi’.

Las cartas de Mariano Mendigacha (VI) – La madera (I)

Siguiendo con las cartas de Mariano Mendigacha (Mendigatxa), en la del 29 de noviembre de 1903 hace prácticamente un monográfico sobre la madera, qué árboles y arbustos crecen en Vidángoz, qué uso se le da a cada tipo de madera, qué frutos dan, etcétera…

Maderistas

Maderistas

Y es que, pese a que tendemos a pensar en casa Mendigatxa como una casa de tradición ganadera, se ve que tan “de toda la vida” no debe de ser. Así, es probable que las ovejas llegaran a casa Mendigatxa con Francisco Mainz (Urzainqui), que se casó con Teófila Mainz, nieta de Mariano. La hija de Mariano que se quedó en casa Ramona Inés Mendigacha, se casó con Juan Gregorio Mainz (Santxena), y podría haber sido que éste hubiera llevado ganado como dote, ya que en casa Santxena ya entonces (cuando se casaron, en 1883) había mucho ganado.

Pero hay algunas menciones en las cartas que parecen descartar esta opción. Por un lado, en la carta en la que se da cuenta de la riada que comentamos en el apartado de la hemeroteca del anterior número de Bidankozarte, Mariano dice que en su casa se libraron de perder la madera que habían preparado porque la habían vendido el día anterior, y, para entonces, la hija ya llevaba 20 años casada con el de Santxena. Por otro lado, hay una carta en la que se habla de ovejas, de esquileo, de cómo se hace el queso… y en ella Mariano habla de los pastores en tercera persona, lo que nos hace descartar que alguna vez hubiera sido ganadero.

Hablando ya de árboles, menciona Mariano que las especies principales son pino, abeto, haya, roble y encino, abundando particularmente el primero.

Pinar, paisaje frecuente en el monte de Vidángoz

Pinar, paisaje frecuente en el monte de Vidángoz

Del pino menciona que tiene dos materiales: Coral (en el interior del pino, que se usaba para hacer pez y, si tiene mucha resina, para alumbrar, igual para casa que para la calle, ya que dura mucho) y albar (donde la corteza). Añade que hay mucho tráfico de pinos, que cuando han crecido, se hacen maderos y se llevan río abajo hasta los sitios de venta. La madera de pino vale tanto para construir casas como otro tipo de construcciones, tiene fuego suave y, cuando crece, produce piñones, que es de buen valor para alimento del ganado.

Sigue con el abeto, del que dice que es más grande que el pino, aunque menos abundante. El material es más basto, pero guardándolo mojado, dura igual que el coral de pino y añade que, en su opinión, si al poco de cortarlo se pone enseguida en agua, no se pudre jamás. Señala, además, que para hacer una casa o borda, en Vidángoz prefieren el abeto que el pino. También da piñones y, además, los abetos jóvenes tienen unos bultos que están llenos de una sustancia llamada permentina (trementina), que se usa como medicamento. La madera de abeto es peor para el fuego que la de pino.

Hayedo, otro paisaje habitual en la sierra de Vidángoz

Hayedo, otro paisaje habitual en la sierra de Vidángoz

En cuanto a las hayas, señala que hay menos haya que abeto, y que, aunque hay muchos hayedos, hay pocas hayas para hacer maderos. Con madera de haya se fabrican remos para el mar, palas, aros y muchas otras cosas. En cuanto a su uso como leña, indica Mariano que es mucho mejor para el fuego que la madera de pino.

Como se puede ver por lo expuesto hasta ahora, esta carta es sustanciosa en cuanto a contenido, y como aún queda otro tanto, nos detendremos en este punto para retomarlo en el próximo número en lo relativo a otros árboles y arbustos y demás.

Seguro que, aunque a los más jóvenes mucho de lo que se menciona en esta carta se nos hace nuevo, a los más mayores les habrán venido unos cuantos recuerdos a la cabeza, recuerdos de cuando el bosque era un modo de vida.

Las cartas de Mariano Mendigacha (V) – Lluvia y nieve

Seguimos con la descripción que Mariano Mendigacha hace en sus cartas del Vidángoz de hace 110 años. Pero en esta ocasión, en vez de seguir el orden cronológico y, como hay material para ello, reflejaremos lo que Mariano menciona en alguna de sus cartas sobre las riadas y otras referencias a temporales.

En la carta del 22 de mayo de 1904 recuerda Mariano que dos años antes, estando reunido él con Azkue en Ligi (Ligi-Atherei, Licq-Atheres en francés, en Zuberoa, a 11 km de Larrau), cayó en Vidángoz una pedregada que les dejó sin cosecha.

Vidángoz nevado

Vidángoz nevado

En la siguiente carta, del 29 de junio de 1904, día de San Pedro, señala que “tenemos el tiempo lluvioso, pues ya hace varios días que no calla el rugir de los truenos”, y que, aunque son las fiestas, este año la gente anda un poco triste porque “ayer ocho cayó una gran tormenta de agua, y todos los maderos que estaban preparados en el río para arrancar a venderlos a la Ribera, la corriente de agua que se juntó por los barrancos los llevó; ahora andan los dueños reuniendo los maderos llevados pero este año ya no los pueden vender pues ha pasado el tiempo; nosotros tuvimos suerte; en la víspera del chubasco vino la nuera vendidos los últimos maderos”.

Dos cartas más tarde, en la del 6 de agosto de 1904, menciona que “En el segundo de éste (agosto) nos cayó una pedregada muy grande; pues nos ha arrasado todas las huertas”.

No faltan tampoco las menciones a las grandes nevadas, si bien parece que éstas no causaban los estragos de las otras:

En la carta del 15 de abril de 1903 dice Mariano “Tenemos el tiempo muy malo, no hemos visto en todo el invierno tanta nieve como la que hay ahora; y también traza de hacerlo”. Y eso que era ya mediados de abril…

…Y ese mismo año, ni 5 meses después, ya se daba noticia de la primera nevada del siguiente invierno, aunque la fecha en que nevó, 14 de septiembre de 1903, era, paradójicamente, verano: “hemos tenido buen tiempo hasta el catorce de éste (mes); en este día nos vino la nieve hasta cerca del pueblo; las parvas estuvieron en las eras tapadas de nieve; no hemos visto ni oído seres vivos; después por dos mañanas cayó una helada que nos taló en los huertos, las alubias y todas las cosas tiernas se han secado; las patatas también están sin hojas;

Nieve en Ziberria

Nieve en Ziberria

Y tres mesicos más tarde, el 18 de diciembre de 1903, otro nevadón: “Tenemos el tiempo obscuro; hace ya veinte días que una nevada grande nos tiene debajo; nos tiene a todos los hombres en los hogares, acoquinados, quemándose las espinillas y aborrecidos por las mujeres; pues no les hacemos otra cosa sino hacerles preparar las comidas puntualmente para la hora sabida y estorbo para preparar los trabajos de la cocina. Los caminos están cerrados por la mucha nieve; no anda sino gente aislada; ahora mismo está la nieve cayendo a copos, copos tan grandes como sombreros. Aquí tenemos el dicho, “nieve enorme, nieve grande, nieve menuda, buen tiempo”; como nos ha venido antes de tiempo nos ha cogido a medio hacer los trabajos del monte de su tiempo; antes de mucho tiempo, empezará la gente contando algunas necesidades”.

Y, pasados más de 40 días desde que nevó, siguen encerrados bajo la nieve: “Siempre tenemos el tiempo frío y estamos bajo la nieve, no hacemos otro trabajo que el que le dije a V. en la última carta. Sigo siempre con buen apetito sin dolores en ningún sitio”.

Y en la siguiente carta, fechada el 1 de febrero de 1904, continúan las menciones al crudo invierno que están pasando, al parecer más duro de lo habitual: “Tenemos también el tiempo como que estamos en pleno invierno; hoy está el peor día que hemos tenido en todo el invierno; habiendo usin no podemos ni asomar por las ventanas a la calle, si sigue así por mucho tiempo, el que viva tendrá bastante que contar del invierno de este año.”

Más de lo mismo en la carta del 1 de marzo de 1904: “por causa del tiempo, el día de carnaval ha sido tan triste como un día de cuaresma; todo el día ha estado nevando sin parar; con una nieve derretida en las calles, pues no podía salir cristiano; ni nos hemos vestido de zipoteros”.

Se ve que el tiempo también hacía desastres por entonces, y que, concretamente el de 1903-1904, fue un invierno “majo”.

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