El colectivo hermano La Kukula de Burgui daba cuenta hace diez días de un accidente de almadía ocurrido hacía 75 años en el que falleció el burguiar Donato Mendive.
Pues bien, casualidades de la vida, tal día como hoy hace 100 años las almadías nos dejaban otro accidente laboral con resultado de muerte y con algún bidankoztar de por medio.
El suceso tuvo lugar en el río Belagua, en la presa del molino de Isaba, donde cayó al agua el peón (trabajador contratado) de almadiero Miguel Pérez Novallas (o Navallas, según el documento), natural de Salvatierra de Esca, y falleció ahogado. Su cuerpo fue arrastrado por el agua y pudieron sacarlo del agua en el punto donde confluyen las aguas de los ríos Belagua y Uztárroz dando origen al Ezka. Por lo que indica la prensa de esos días, había habido abundantes lluvias y el río bajaría crecido, con lo que es de esperar que maniobras del tipo a la del salto de la presa fueran aún más peligrosas que de costumbre.
Este almadiero se encontraba trabajando para José Urzainqui Jimeno [Hualderna], bidankoztar y miembro de la Sociedad de Almadieros de Vidángoz (hablaré de este colectivo en otra ocasión, pues apenas quedaba recuerdo sobre él y es una cooperativa cuyo funcionamiento fue relevante para nuestro pueblo), que en estos casos, así como en los accidentes de menor gravedad, tenía establecidas una serie de indemnizaciones para los afectados (o para sus familiares, como en este caso). Por lo que indica la reseña del accidente que apareció en el Diario de Navarra, en la misma almadía viajaban otros dos vecinos de Salvatierra de Esca, uno de ellos hermano del fallecido, que imaginamos que habría sufrido especialmente con el suceso.
Claro que, en esta ocasión, al haber fallecido a resultas del accidente, la cuantía a pagar a la viuda debía de ser considerable y la Sociedad intentaba de alguna manera escaquearse o pagar menos de lo que parecía estar estipulado. Además, en estos casos, el importe de la indemnización lo habían de aportar todos los socios de la Sociedad de Almadieros de Vidángoz, que en el momento de este accidente eran treinta (casi la mitad de las familias de Vidángoz), y cada uno de ellos en función de las almadías que poseía cada uno de ellos.
Finalmente, y tras presionar el abogado de la viuda un poco, ambas partes llegaron a un acuerdo y la mujer del finado Miguel Pérez percibió una indemnización de 2.900 pesetas que, aunque en 1917 sería una cuantía considerable, en ningún modo habría suplido la ausencia de su marido.