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La capellanía de José Hualde

Prudencio Hualde no fue el primer bidankoztar en ser sacerdote ni mucho menos, ni para ello era necesario pertenecer a un estrato social superior, pero si somos francos, Don Prudencio no pertenecía a una familia cualquiera, y el hecho de ser miembro de la misma y religioso le ponía en el camino de poder adquirir un cargo que tenía unas condiciones de acceso restrictivas.

Prudencio pertenecía al linaje de los Hualdes, uno de cuyos antepasados, Don José Hualde, que trataremos en otra ocasión, fue también religioso que llegó muy lejos en su carrera, tanto como a senador y regente de Milán.

Con su patrimonio, y de cara a facilitar la vida de dos de sus sucesores en la familia, instituyó un mayorazgo y una capellanía, teniendo lo primero un carácter civil y la segunda, eclesiástico.

Es por ello que la capellanía solo podía recaer en religiosos, y que habían de ser preferiblemente de la familia Hualde. Y Prudencio Hualde lo era, si bien ya pertenecía a la quinta generación después de Don José Hualde.

¿Y en qué consistía la capellanía? Pues en una serie de bienes (3.000 ducados o reales de a ocho, en este caso) que el capellán había de gestionar mediante préstamos y demás para financiar la celebración de misas en honor al fundador por una parte y, por otra, para completar el sueldo que pudiera tener.

La capellanía de José Hualde debió de extinguirse a la muerte de Prudencio, pues la última anotación en sus libros de cuentas es de 1880, si bien no tenemos constancia de su liquidación.

Prudencio Hualde (1823-1879)

Pedro Prudencio Hualde Mayo nació en Vidángoz el 26 de abril de 1823 pero, al contrario de lo que se suele creer, no lo hizo en casa Rakax, sino en casa Malkorna. A casa Rakax realmente se casó un hermano suyo, José Ramón, pero, al ser el único familiar que permaneció en el pueblo y habiendo quedado la casa nativa primero desocupada, posteriormente alquilada, vendida, quemada y finalmente reconstruida como matadero, cuando se colocó la placa se estimó que era preferible ponerla en la casa que da la bienvenida a Vidángoz.

El séptimo de los diez hijos que tuvo el matrimonio formado por Pedro Fermín Hualde Urzainqui [Malkorna] y Mª Josefa Mayo Martín (Uztárroz) fue bautizado el día 28 de abril, y a ese acto debe su nombre: Pedro por el nombre de su padrino, Pedro Esteban Villoch (y también nombre de su padre), y Prudencio, por el santo de ese día.

Algunos de sus hermanos mayores habían fallecido ya para cuando él nació, pero ocupando el séptimo puesto en la línea sucesoria, estaba claro que a Prudencio le iba a tocar salir de la casa nativa, bien para casarse a otra casa, bien para ser religioso, bien para emigrar. Eligió (bueno, seguramente ‘le eligieron’) el segundo de los destinos.

Hualde inició su formación para sacerdote en Salvatierra de Esca, donde estudió cuatro cursos de gramática latina y humanidades. De ahí pasó al Instituto de Pamplona, donde continuó estudios de matemáticas y 1º de filosofía. Completó los dos años de filosofía y prosiguió con los de teología y moral en el Seminario de San Miguel.

Ordenado como subdiácono en 1849 y como diácono y presbítero en 1850, pasaría desde aquel momento casi tres décadas dedicado al sacerdocio. De los 29 años en los que ejerció de párroco, más de 22 lo hizo en su Vidángoz natal.

Ocupando ese puesto, entre otras muchas cosas, fue protagonista involuntario de la epidemia de cólera de 1855 y, en los años que siguieron a ésta, colaboró junto con Mariano Mendigacha con el lingüista Louis-Lucien Bonaparte en sus estudios sobre el euskera, faceta por la que es reconocido en su ámbito.

En la década de 1870 salió en un par de periodos de dos y tres años de la parroquia de Vidángoz, no sabemos si por motivos políticos (son fechas en torno a la II Guerra Carlista) o de otra índole, pero terminó volviendo en 1879, año en que encontraría la muerte, aparentemente inesperada, a causa de una ‘gastroenteritis hepática crónica’.

Otro bicentenario

A finales de este mes de abril se cumplirán doscientos años del nacimiento de un ilustre bidankoztar: Don Prudencio Hualde.

Un personaje sobre el que solo he hecho unas pocas menciones en los boletines de Bidankozarte que se han publicado hasta la fecha y sobre el que ya venía siendo hora de que se hablara con cierta profundidad, era una especie de deuda con su persona que había que saldar más pronto que tarde.

Como cualquiera que venga a Vidángoz podrá comprobar (porque justo debajo del cartel con el nombre del pueblo en casa Rakax está la placa en homenaje a Prudencio), se trata de un activo importante en lo que respecta al uskara roncalés, pero al contrario de lo que ocurre con Mariano Mendigacha, del que hemos hablado infinidad de veces en este espacio, de Prudencio Hualde conocemos bastante menos.

Así que vamos a echar un poco de luz sobre este tema.

Una copla de la Guerra de África

Cuando hace tres años anduve investigando la figura de Mariano Mendigacha, los textos que había publicados y otros documentos originales, me llamó la atención una copla de las recogidas por Resurrección Mª Azkue.

Aquellos versos decían así:

A bayoneta calada

Tetuan arteko,

de seguido Tánger,

guretzat betiko.

La copla sobre la Guerra de África, tal y como figura en las notas de Azkue (Euskaltzaindiako Azkue liburutegia)

La copla es bien curiosa porque mezcla uskara y castellano (para que luego digan que el euskañol es cosa moderna), tal vez mostrando la situación del dialecto roncalés hacia 1860, y también porque da cuenta de un acontecimiento histórico. La estrofa, en esta ocasión, no había sido recogida de la boca de Mariano Mendigacha, sino de Francisco Mayo, de Uztárroz, quien señalaba que era una copla que cantaban los soldados roncaleses en la Guerra de África.

Con esa denominación creía yo que se refería a la Guerra de Marruecos o a la que la historiografía denomina Guerra del Rif (1911-1927), de la que hablo en el artículo de la derecha, pero resulta que no, que esta Guerra de África era otra.

Y, claro, el detalle es que quien aportaba esta rima, Francisco Mayo, había sido soldado en aquella guerra y cuando se publicó, en 1931, tenía ya 88 años, con lo que salían las cuentas y había sido quinto en la época en la que se desarrolló aquella contienda, 1859-1860.

En fin, una curiosa copla roncalesa.

Vidángoz y su vocabulario

Nuestro pueblo tiene diversas peculiaridades en su vocabulario, particularidades que, por otra parte, habrá en muchas otras localidades.

Lo que ya no será tan fácil es que haya habido quien se haya preocupado por recopilar estas palabras y que su labor se haya publicado en una obra monográfica o colectiva.

Pues bien, en Vidángoz deberíamos de estar orgullosos de que no hemos tenido una persona que ha recopilado esa parte de nuestro patrimonio sino varias. Para empezar, tendríamos al propio Mariano Mendigacha, del que ya hemos hablado en muchas ocasiones y que es el responsable de la mayoría de vocablos procedentes del uskara roncalés que aparecen en el Diccionario Vasco-Español-Francés (1905) de Azkue.

Foto de Ciriaco Asín Gayarre joven, más o menos del tiempo en el que colaboró con Iribarren

Pero aparte de Mendigacha hay otro bidankoztar que realizó una gran labor en este sentido y cuyo trabajo se vio plasmado en una obra de referencia para cualquiera que estudie el vocabulario en Navarra en la actualidad y que veremos más adelante.

Estoy hablando de Ciriaco Asín Gayarre [Pelaire], sacerdote de cuyo fallecimiento se cumplieron este pasado otoño 25 años, efeméride redonda con la que, como si de un guiño del destino se tratara, coincidió la presentación en sociedad del libro Uskararen eleak mencionado sobre estas líneas.

Y es que Don Ciriaco fue uno de los colaboradores que encontró José María Iribarren en la elaboración de su obra Vocabulario Navarro (Diputación de Navarra, 1952) y en sus Adiciones al Vocabulario Navarro (Diputación de Navarra, 1958).

Es por ello que, para el asombro de algun@s, en dicha obra aparecen numerosos vocablos donde se cita Vidángoz como el lugar donde se emplean o de donde se han recogido. Las he contado y son exactamente 142 las menciones a nuestro pueblo en dicha obra. Podría pensarse que, bueno, 142 es una buena cifra, y otros pensarán que tampoco es para tanto… pero es que hay que tener en cuenta que algunas de las palabras que le presentó a Iribarren no eran exclusivas de Vidángoz sino que también se usaban en el resto del valle y por eso constan como Roncal (donde muchas veces no se diferencia si valle o villa). Y si tenemos en cuenta esta circunstancia, entonces podemos concluir que la cifra de aportaciones realizada por Ciriaco Asín fue muy superior a esas más de 140, y probablemente se acerque más a las “más de 300 palabras” que me indicaban en una casa de Vidángoz que había aportado el sacerdote bidankoztar.

Teniendo en cuenta las fechas de publicación del Vocabulario Navarro, esto es, 1952 y 1958, tenemos que pensar en un Ciriaco bien joven cuando realizó sus aportaciones, puesto que había nacido en 1930, luego habría colaborado siendo seminarista en caso de que sus aportaciones llegaran para el libro publicado en 1952 (celebró su primera misa en 1954) o bien un joven sacerdote en caso de haber colaborado en las Adiciones de 1958.

Sea como fuere, Ciriaco Asín es otro de esos bidankoztarras a los que tenemos que estar agradecidos por su labor en el mantenimiento o salvaguarda de una parte de nuestro patrimonio, en este caso, el vocabulario.

Quien sabe, quizás algún día haya que juntar el trabajo hecho por Mendigacha, Ciriaco y algunas otras aportaciones y publicarlo en forma de Vocabulario bidankoztar… Ver venir.

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